25.3.10

LUJO DE EXTRARRADIO


Contemplaba las amplias carreteras de circunvalación iluminadas tímidamente por el rastro de los faros a gran velocidad. El terreno se abría a sus pies, 14 pisos más abajo, inhóspito.

Vagó por los pasillos del hotel. Decenas de puertas idénticas cerradas a intervalos constantes, numeradas con cuatro dígitos, que iba dejando atrás mientras caminaba. Los pasos, silenciados por la moqueta en tonos terrosos, una nota cálida, una broma cruel más que un elemento reconfortante.

Un gran ventanal presidía su habitación. A lo lejos, los coches eran hormigas apresuradas, reptando sobre el rastro marcado por sus compañeras. Ni luna ni nubes. Nada que recordara la naturaleza. Sólo el dorado reflejo de las lámparas, imponiéndose sobre el cristal de seguridad del ventanal, y el zumbido quedo del aire acondicionado.

Lujo de extrarradio, pensó. Prisión de ejecutivos. Pero él estaba allí.

Buenas noches desde París.

22.3.10

EL AGUA


Dicen que el agua lame las orillas.

Es falso.

El agua se abate sobre ellas sin piedad, incesante, con la determinación del loco. El agua provoca pequeñas grietas que agranda con su persistencia, hasta hundir farallones que parecían eternos. Incesante, golpea a veces enfebrecida, otras, con aparente suavidad. Pero va venciendo las defensas, hasta que amolda las orillas a sus deseos. Y aun así, sigue golpeando, insatisfecha. Porque ni siquiera sabe que lo único que justifica su existencia es roer las piedras, incesante.

Cuando nos asomamos a un acantilado, asistimos atónitos a su virulencia. Porque la vida es lucha. Y el agua, sibilina, nació para desgastar.

Buenos días.

18.3.10

VIGÍA


¿Vigía o atacante? ¿Cobarde o atrevido? ¿Pasivo o aventurero?

La mayoría defendería de palabra la segunda opción pero pocos son los que la llevan a efecto. Porque, como animales que somos, nacimos cobardes por naturaleza. O si prefieren una palabra más suave, conservacionistas. Somos como el gato que se enrosca para dormitar, aislándose del exterior y esperando que nada cambie para que él siga en paz, intentando conservar aquello que tenemos.

Ese es el sueño, pero la realidad es bien distinta. Todo cambia y sí, sólo hay dos opciones, que te cambie la vida a ti o que tú cambies la vida. Y no nos escudemos en desgracias, confabulaciones o simple mala suerte. O coges las riendas o acabas ensillado.

Hace frío allá afuera. Pero es peor que el frío se acomode dentro.

En la foto, Meritxell en Menorca. No se equivoquen con ella. No es vigía. Sólo pasaba por allí y decidió quedarse un rato.

Buenos días.

16.3.10

SIN GUARDAFARO


Algunas veces el entorno puede ser la perfecta alegoría de nuestro estado, o de nuestra condición. Un paraje desértico, azotado por el viento, inhóspito. Sobre el acantilado, se yergue la ominosa silueta del faro. Su lámpara de fresnel, ciega, inútil, incapaz de señalarnos los peligros. A su alrededor, cuevas trufadas de restos poco recomendables, y construcciones de defensa abandonadas.

Una sensación de extrañamiento, como de vivir en una realidad paralela o de haberte desplazado a otro tiempo. Una soledad que atenaza. Ese silencio ensordecedor del viento que no cesa.

Que estamos solos ya lo sabemos. Que lo recuerde la inmensidad que te rodea abruma. Sigo pensando en la protagonista de El Carnaval de las Almas, en sus momentos de desconexión con el mundo, en los que se silencia el entorno al tiempo que desapareces.

Porque no hay guardafaros, ni nadie que nos guíe en la noche. Caminamos sin rumbo por la orilla, unos creyendo que las brújulas nos orientarán, otros fiándonos de nuestro criterio, fortuna o suerte. Hasta que nos despeñemos. Hasta que sucumbamos.

Buenos días.

15.3.10

BELLEZA DEVASTADA


El viento silbaba sin pausa, golpeaba los oídos y aturdía. Las gaviotas planeaban sobre el acantilado dejándose arrastrar, como manejadas por hilos invisibles. Bajo mis pies, las olas marcaban el ritmo al estrellarse contra las rocas. Sus envites aumentaban la sensación de desolación. Solo, en el centro de una gran explanada pedregosa, sin vegetación. Nadie a la vista. El faro, cerrado, parecía un centinela al acecho de mis gestos. Crujían las piedras. Y el viento, el viento hacía enmudecer todo lo demás. Miré al cielo y, de repente, un claro se abrió paso entre las nubes, taladrado por haces de luz que cayeron sobre el faro, con una suerte de resignación.

Continué caminando, solo. Belleza devastada. Invierno en Menorca.

Buenos días.

12.3.10

HIPNOSIS


Una más que interesante propuesta audiovisual ayer por la tarde en La Pedrera. El dúo Les Aus improvisó al compás de unas proyecciones creadas para la ocasión por Gerald Gil. Tan bueno era el montaje de las imágenes que, por momentos —y sin querer desmerecer en absoluto el interesante colchón sonoro propuesto por Mau Boada y Arnau Sala— llegó a imponerse sobre la música. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que utilizó, como materia prima, películas como El Carnaval de las Almas, un film atemporal, tan avanzado a su tiempo que todavía impone. En la pantalla, el fascinante rostro de Candace Hiligoss, la protagonista de la película.

La proyección jugaba con la yuxtaposición de escenas similares de películas diferentes —un recurso muy bien utilizado que aportaba un gran dinamismo— o mediante la contradicción entre texto e imagen. También fue de agradecer la sutil trasgresión, dado el espacio en el que se celebraba la actuación, emblemático para la burguesía catalana, al mostrar un orgasmo mediante una cámara fija centrada en la cara de la protagonista —toda la acción quedaba fuera de campo—, intercaladas las imágenes con textos sobre las estrellas y el universo. Porque todos somos planetas o estrellas errantes, gravitando sobre un vacío que nos envuelve, al que quizás aportamos nuestra luz. En definitiva, brillante, elegante e hipnótico. Así da gusto.

Buen fin de semana.

9.3.10

LA ÉPICA DE LA HORMIGA


Eduard Novoa, de The Forma y Camping, en plena faena. Otro de aquellos héroes cotidianos que lucha para la realización de sus sueños, de su pasión. He dicho pasión, no “hobby”, que quede claro. El “hobby” es un pasatiempo. La pasión, una razón de vida.

Viste mucho el rol del artista dedicado íntegramente a su arte, pero el arte a veces no da para comer. Sé de alguno que dispone de prebendas que le permiten vivir creando, sin preocuparse en exceso por los ingresos, y que, aun así, vende la imagen de artista maldito, siempre a punto de morir de inanición. El malditismo vende y emociona. Genera empatía. Pero hay plañideras de postín, artistas de la autocompasión, del sufrimiento de cara a la galería.

Por el contrario, existe también mucho obrero de la música, que todavía no puede vivir de lo que ama y roba horas al sueño y al ocio para seguir persiguiendo sus sueños. A menudo pasan inadvertidos, pero su vida, quizás anónima, tiene la verdadera épica, la del obrero. Aquél que trabaja y lucha día tras día. Aunque a priori pueda parecer cetrino, existen muchos colores bajo esa capa supuestamente uniforme, común a las hormigas. No nos dejemos cegar por las luciérnagas. La luz que irradian es sólo su mecanismo de atracción.

Buenos días.

5.3.10

VICIOS





Hay vicios confesables y otros que no. La música de Seward forma parte de los primeros. Lo pueden llamar fijación, tienen derecho a criticar mi insistencia, pueden considerarme un fan fatal (no estaría de acuerdo, pues mi pasión proviene de lo que genera en mi su música, no del habitual servilismo del común de los mortales ante el aura del artista).

La cuestión es que no puedo negarme a mi mismo. O sí, pero no quiero. Y pocos —insisto—, pocos grupos generan en mí tal liberación de endorfinas como ellos, como le comenté durante el concierto a un divertido amigo. Si la adicción es la consecuencia de la ingesta de drogas, Seward es mi chute. Sano, sin embargo. Música a un volumen adecuado para apreciar todos los matices que contiene, una cerveza para aliviar los calores de los pequeños espacios en los que actúan y la complicidad con los asistentes al evento, que ya empezamos a reconocernos. No se necesita nada más. Como comentaba uno de los asistentes, aprovechémonos ahora, cuando la cercanía permite abrazarnos tras la actuación.

Bella música, grandes ejecutantes. Ayer pudimos descansar la vista y los oídos en las contorsiones vocales y físicas de Adriano Galante, en las piruetas rítmicas y la capacidad de invención de Juan R. Berbin, en la emoción a los teclados y al chelo de Mariano Camarasa, en las atmósferas sugerentes de Pablo Schvarzman, en las notas trenzadas por Raúl del Moral a la guitarra. Es igual. Todo suma, todo aporta. Tantos detalles, tanta emoción. Qué bella es a veces la vida.

Buen fin de semana.

4.3.10

EL REY MIDAS


Dionisiaco como es, no debería de sorprender que Albert Madaula tenga el poder de convertir todo lo que toca, sea pintura, fotografía o ilustración, en oro. Presenta una exposición de sus cuadros y fotografías en Sabadell, en la Alliance Française (c/ de Sant Joan 35), hasta el 9 de abril. Si son de la Ciudad Condal, vale la pena el viaje. Si no, también. Más información, aquí.

Y hablando de artistas, les recuerdo que Seward actúan esta noche, a las 10, en el 7 Sins de Muntaner, 7. Dos mundos y dos sentidos diferentes, pero ambos tocados por un extraño hálito casi divino. Y es que no debemos olvidar que la divinidad es un concepto creado por el hombre. Y el algunos casos, aplicable a él.

Buenos días.

3.3.10

PAUL MERCER


—¿Sabes una cosa curiosa sobre los instrumentos antiguos?
—No, dime.
—Que se conservan mucho mejor si se tocan. Debe de tener que ver con las vibraciones que produce la música. Si se abandonan, se desintegran.

Paul Mercer me contó ésta y otras historias mientras preparaba la sesión de fotos. Publicó un álbum, Ghosts (Fantasmas), que contiene improvisaciones creadas tras atender a las voces que el oía en los ancianos instrumentos que tocaba. Vino a Barcelona con dos violines, uno de ellos con 250 años de vida tras sus ajadas maderas.

Parece que los violines son animales sociables, como nosotros. Si no interactuamos con otros, nos desintegramos. Si desean permanecer vivos, e interactuar con otros semejantes, incluido quien les escribe, les propongo asistir, mañana jueves, al club 7 Sins —buen nombre, por cierto—, en Muntaner 7. A las diez de la noche, los Seward de Adriano Galante, siguiendo con su plan para conquistar el mundo. Apuesto que Adriano podría suscribir el diálogo con Mercer. Es lo que tiene ser un apasionado de lo que haces.

Buenos días.

2.3.10

Y JILL TRACY COGIÓ LA LUNA CON SU MANO


O, si lo prefieren, elevó su mano entre acorde y acorde de tal manera que se alineó a la perfección con el foco, desde el punto de vista del fotógrafo. Éste, maravillado, no pudo hacer otra cosa que oprimir el disparador.

Como en el cuento Una mixtificación, de Edgar Allan Poe, en el que el protagonista confunde un insecto en la ventana con un monstruo de proporciones gigantescas que avanza sobre una lejana loma, nuestros imperfectos sentidos nos brindan, a veces, estos breves instantes de magia cotidiana.

Somos bien poca cosa sin ella.

Buenos días.

1.3.10

SEGUNDOS FUERA


Sin estar repuesto todavía de dos semanas de actividad intensa, agónica, en la que he compaginado noches y días, robando tiempo al tiempo y cultivando, todavía más, esas bolsas magentas que enmarcan la parte inferior de mis ojos. Cansado, sorprendido por la capacidad de adaptación, por esa emoción destilada al hacer malabares con los horarios, las fechas de entrega, que los ingleses, tan brillantes ellos en la creación de palabras, han bautizado como deadlines.

Sufres cuando tienes trabajo pendiente por el ritmo estajanovista que debes seguir y sufres cuando no lo tienes, por la inactividad forzada. Tales son los males del trabajador autónomo. ¿Autónomo, dicen? Un palabro realmente divertido, si lo paras a pensar. Y más, si lo tienes que compaginar con un trabajo de asalariado.

Para sobrevivir son necesarios pequeños momentos de descanso, píldoras de desconexión, como la que tuve ayer por la tarde. Ese instante para mí y los míos me recuerda el momento en el que el fornido batería de Thalia Zedek se aprestó a cambiar las baquetas por el cigarrillo, mientras su jefa de filas continuaba su exhibición de lamentos ante la audiencia del Sidecar. Aspiraba el humo con la urgencia de quien cuenta los segundos para volver a intervenir, conocedor de que ese momento íntimo no había casi empezado cuando estaba ya punto de acabarse.

Buenos días.