1.3.10

SEGUNDOS FUERA


Sin estar repuesto todavía de dos semanas de actividad intensa, agónica, en la que he compaginado noches y días, robando tiempo al tiempo y cultivando, todavía más, esas bolsas magentas que enmarcan la parte inferior de mis ojos. Cansado, sorprendido por la capacidad de adaptación, por esa emoción destilada al hacer malabares con los horarios, las fechas de entrega, que los ingleses, tan brillantes ellos en la creación de palabras, han bautizado como deadlines.

Sufres cuando tienes trabajo pendiente por el ritmo estajanovista que debes seguir y sufres cuando no lo tienes, por la inactividad forzada. Tales son los males del trabajador autónomo. ¿Autónomo, dicen? Un palabro realmente divertido, si lo paras a pensar. Y más, si lo tienes que compaginar con un trabajo de asalariado.

Para sobrevivir son necesarios pequeños momentos de descanso, píldoras de desconexión, como la que tuve ayer por la tarde. Ese instante para mí y los míos me recuerda el momento en el que el fornido batería de Thalia Zedek se aprestó a cambiar las baquetas por el cigarrillo, mientras su jefa de filas continuaba su exhibición de lamentos ante la audiencia del Sidecar. Aspiraba el humo con la urgencia de quien cuenta los segundos para volver a intervenir, conocedor de que ese momento íntimo no había casi empezado cuando estaba ya punto de acabarse.

Buenos días.

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