30.11.09

INTERLUDIO II: PRUEBA DE RESISTENCIA A LA ELONGACIÓN


Hay días en los que la actividad febril te hace sentir como la media de la imagen. Ya saben, los efectos de compaginar un trabajo de oficina con otras actividades, principalmente en horario nocturno. Si a esto le añades los lógicos deseos por vivir experiencias, llega un momento en el que tienes la peligrosa sensación de no dar abasto, ese nudo en el estómago que provoca el vértigo.

Es un vértigo positivo, sin embargo, pero el cuerpo marca a veces su ley. El fin de semana se inició el viernes por la noche, con la presentación de un libro recopilatorio de la diseñadora Bibian Blue en el que me ha honrado incluyendo dos fotografías que le hice a una de sus modelos. Como suele ocurrir en estos casos, la noche acabó cuando faltaba poco para que se insinuara el día. La imagen es de una de las actuaciones que animaron la velada.

El sábado tenía fijado un plan que incluía tres ubicaciones en la misma noche. Lamentablemente, no llegué a la tercera porque fui secuestrado —encantadoramente secuestrado, añadiría— por los participantes en una cena en la que me reencontré con un compañero de tiempos del colegio al que no veía desde entonces y al que no me imaginaba encontrar en dicha celebración.

Casualidades de la vida que pueden llegar a emocionar.

Buenos días.

27.11.09

24 HORAS EN MADRID (III): CLUB DE NOTABLES


Pues hoy les presento al Señor José Luís Rodríguez Zapatero, que, por mor de la fotografía, parece realmente preocupado con la que le está cayendo encima. Me atrevería a decir que la imagen es hasta profética. No me negarán que la aparición de la botella de Vichy Catalán a la izquierda del encuadre tiene su gracia. A ver si será una alegoría de la sociedad catalana y pasará aquí lo mismo que con el agua con gas, que, una vez que se destapa, pierde su fuerza con rapidez y sabe a rayos desbravados.

En fin, les decía que tienen con ustedes al presidente del Gobierno en una jornada económica en la que casi todo el mundo excepto él puso nombre a las graves deficiencias que atesoramos, verbigracia: una tasa de paro que duplica al resto de la Unión Europea, un sistema educativo francamente mejorable y una economía que se ha basado en la especulación y no en la creación de valor. Deficiencias de cuyo origen no es responsable —o, si lo prefieren, corresponsable con todos los que vinieron antes que él— pero que quizás no ha atajado como debería. Zapatero ha encontrado su talón de Aquiles. Un absoluto neófito en economía se tiene que enfrentar a una de las crisis económicas más importantes de los últimos años.

Respecto a los fallos estructurales, todas las corrientes políticas, con más o menos emotividad, los reconocen, pero nadie de la clase política quiere aportar soluciones que no sean la crítica altisonante del contrario. Ya se sabe que criticar es gratis; tomar decisiones comporta riesgos. Y la clase política, se llame el partido como se llame, es un ejemplo rampante de conservadurismo. Conservar es el verbo que define su forma de actuar. Conservar el cargo, conservar los votos, conservar las prebendas.

Hace bastante tiempo que decido mi voto en función del candidato que me parezca menos malo de entre los que se presentan. Así de altas están mis expectativas con respecto a la política. Se me podrá decir que es mejor no votar, dadas las circunstancias; que con nuestro voto lo único que hacemos es mantener esa dictadura clasista de guante blanco, y quizás tienen razón. Pero, al igual que en tiempo de Franco se iba al cine porque era uno de los pocos espacios de libertad que quedan y nadie se planteaba no ir como método de protesta, yo defiendo votar, como la forma de aprovechar ese resquicio de libertad que nos dejan.

Hay otras opciones, por supuesto. Una de ellas, bastante extendida, es vivir por y para el hedonismo, sin pensar en el mañana y sin responsabilizarse absolutamente de nada que no sea vivir en una fiesta continua. Como ambas opciones no son excluyentes y la vida es compleja, creo que este fin de semana me voy a dejar embargar por la voluptuosidad.

Les deseo un fin de semana convulso y feliz.

26.11.09

INTERLUDIO: UN MIÉRCOLES CUALQUIERA


Rompo mi serie sobre el viaje relámpago a Madrid para ofrecer un ejemplo de una de las muchas barcelonas que se esconden bajo la pulcra superficie de la ciudad.

Un miércoles cualquiera puede convertirse en una ocasión para el encuentro y la celebración de otros tipos de sensualidad, si uno tiene la suerte de contar con el cicerone adecuado. El centro de la ciudad despertó de su letargo burgués, que se trocó en loa a la libertad. Eso sí, en petit comité.

La foto, tomada casi en absoluta oscuridad con mi pequeña cámara Lumix LX3 y su todavía más mínimo flash retráctil. Se está mostrando como una pequeña bestia. Qué bien poderla acarrear siempre conmigo.

Buenos días.

25.11.09

24 HORAS EN MADRID (II): SIN FIN


Imagínense que les alojan en el mismo hotel en el que van a tener lugar unas conferencias. Es un establecimiento en el centro de la ciudad, diseñado para que los ejecutivos que lo frecuentan se sientan como en casa. Imagínense que, tras la cena, deciden realizar un poco de espeleología sociológica y se pierden por los largos pasillos enmoquetados. En una de las plantas, anunciado con numerosos letreros dorados, se encuentra el Spa que en recepción solícitamente les han anunciado que permanece abierto las 24 horas. Imagínense que, antes de abrir la sólida puerta de madera, miran el reloj y son las 12 de la noche. Entran.

La sala, no excesivamente grande, cuenta con los consabidos aparatos de ejercicios, como la sufrida cinta o la bicicleta estática. Cerca de ellos refulgen las mancuernas. No hay nadie, pero se oye una voz. En una pantalla plana, un presentador de CNN destripa la actualidad económica. Mientras observo alucinado, me imagino la sala, mañana por la mañana, ocupada por ejecutivos, parpadeando por el sudor y resoplando mientras su atención se dirige a la cotización de sus acciones. O mejor, me imagino la sala vacía horas y horas, mientras van desfilando presentadores que explican, a una audiencia inexistente, la importancia de la evolución de la economía de los países emergentes. Por decir algo.

Cierro la puerta y huyo hacia mi habitación. Que la inconsciencia del sueño me acoja.

Buenos días.

24.11.09

24 HORAS EN MADRID (I)



El domingo por la tarde suele ser ese espacio lento, inactivo, en el que deseas que el tiempo se detenga mientras sientes la inexorable cercanía del lunes. Es un momento de reclusión, de negación de lo que está por venir, de lenta caída en la atonía.

Pero el pasado domingo esa rutina fue hecha trizas por obligaciones laborales. A las 5 de la tarde cogía un AVE con destino a Madrid para asistir (en los dos sentidos) a unas jornadas en las que se darían cita varios de los prohombres de nuestro país. Viaje relámpago de ida y vuelta, ni tan sólo 24 horas en la capital, viviendo, aparentemente, como esos ejecutivos que dirigen nuestros devenires. A partir de hoy la crónica absorta de quien observa este mundo anonadado, perplejo pero fascinado por el ser humano.

En la imagen, las vías de la estación de Barcelona-Sants, ejemplos de ese mundo vacío, estéril y sintético en el que me introduzco.

Feliz martes.

20.11.09

LA SONRISA DE LA MUERTA


La terrible foto reproducida hoy muestra a algunas de las fallecidas por los ataques a Madrid durante la Guerra Civil. La foto, tomada en los años 30, es absolutamente actual, devastadora, brillante en su composición… y, a pesar de lo que puedan colegir si me han leído en los últimos días, no fue tomada por Robert Capa, sino por su compañera entonces, Gerda Taro.

Taro creo el personaje de Capa, un reconocido fotógrafo americano, para aliñar con un poco de glamour el trabajo de su pareja, Ernest Andrei Friedmann, un húngaro que no tenía un duro en el bolsillo pero sí mucha ambición y don de gentes. Decían ser sus representantes y vendían las imágenes a un precio superior, debido a los supuestos honorarios de dicho fotógrafo. Los medios comenzaron a comprar las fotografías que antes despreciaban por haberlas hecho un don nadie, al creer que se trataba de una eminencia venida de más allá del gran charco. La parábola de la historia es que no importa lo que seas, sino lo que aparentes. Como ven, no han cambiado tantas cosas.

La cuestión es que el personaje devoró a la persona. Al mismo tiempo, Taro comenzó a dominar la imagen y superar a su maestro a la hora de mostrar los desastres de la guerra. Mientras Capa se centraba en los movimientos de tropas y en vender el riesgo que sufría al tomarlas (recuerden su frase, “si tus fotos no son buenas, es que no estabas suficientemente cerca”), Taro analizaba las causas y consecuencias de la guerra y la vida y muerte de las gentes que la padecían. No sólo su análisis era más profundo sino que su ojo investigaba composiciones más atrevidas; mejores, en una palabra. Quizás Capa estaba más cerca físicamente, pero la mayor cercanía emocional la consiguió Taro.

Tuve la constatación de ello al asistir, este verano, a la doble exposición sobre sus fotos que mostraba el MNAC, en Barcelona. Taro era la tapada de Capa. En todos los sentidos. Mientras vivió, las fotos que hacía la pareja eran comercializadas a nombre de Capa. Tras su muerte, arrollada por un tanque, Capa siguió vendiendo como suyas fotos que había hecho su compañera.

En su libro, “Ligeramente desenfocado”, Capa explica sus vivencias durante la Segunda Guerra Mundial. En las 288 páginas de sus memorias, no hay ni una mención a su anterior compañera.

Han pasado más de 70 años. Y a través del tiempo y mediante la fotografía, la muerta nos sonríe. Se llamaba Gerta Pohorylle, aunque la conocían por Gerda Taro.

Buen fin de semana.

19.11.09

CUANDO EL DESTINO NOS ALCANZA


De nuevo en la carretera, me di cuenta de que esta guerra empezaba a no gustarme. La vida de un corresponsal bélico no era tan romántica. Condujimos durante horas por una carretera lenta y plagada de baches que cruzaba el desierto vacío. No vimos un alma, amiga o enemiga. Todo lo que encontramos fueron unos cuantos montones de material inútil abandonado por los alemanes.”

Sentí en cierto momento una urgencia, y detuve el jeep. Sin embargo, tras la experiencia del día anterior, no me resultaba muy apetecible visitar el baño de una institución cultural musulmana. Definitivamente, no había muchas chicas por los alrededores, y yo no quería alejarme demasiado del jeep con la vista aún borrosa. Divisé un acogedor macizo de cactus a unos metros de la carretera, así que corrí hacia él.

Mi cactus africano no tenía nada de malo, salvo un pequeño letrero que parecía crecer a su sombra conforme me iba acercando. El letrero crecía rápido, y me dejó unos ojos como platos. Estaba en alemán, pero era fácil de entender. A través de las gafas de sol leí: «Achtung! Minen!».

No salté, no moví un músculo. No me atrevía a hacer nada. Tenía unas enormes ganas encima, pero sabía que no hacía mucho para hacer saltar una mina. Di cuenta de mi apuro al conductor, a gritos. Le expliqué que me encontraba en mitad de un campo de minas. La situación parecía hacerle gracia, pero, ciertamente, yo no le veía la gracia por ningún lado. No me atrevía a deshacer mis pasos; era posible que hubiera pisado ya alguna mina y que ésta pudiera cambiar de opinión ante un segundo paso en falso. Pedí al conductor con insistencia que trajera a alguien con un detector de metales.

Me habían cogido con los pantalones bajados. Ahí estaba yo, encarando a la muerte en un desierto solitario, vacío y silencioso, tieso como un clavo sobre la arena, detrás de un estúpido cactus. No habría diario que quisiera publicar mi obituario.

Horas más tarde, apareció de nuevo mi conductor con un pelotón de zapadores y un fotógrafo de Life, que se dedicó a hacer fotos mientras los zapadores limpiaban el terreno a mi alrededor. Me contó que se habían detenido los ataques y que, así las cosas, las suyas iban a ser sin duda las fotos más interesantes del día.

“Ligeramente desenfocado”, Robert Capa

El incidente que se saldó sin consecuencias y que Capa explica en su libro, ocurrió en Argelia, en 1943. La ironía —terrible ironía— es que el fotógrafo falleció 11 años después, tras pisar una mina, esta vez en Vietnam. En esta ocasión, era Capa el fotógrafo que cubría el conflicto para la revista Life.

Curiosas las casualidades de la vida, como si el destino quisiera hacerle pagar por su crónica mundana sobre el incidente de la mina, como si ese demiurgo invisible hubiera decidido ya la forma en que Capa debía morir y se afanase en ello.

¿Más casualidades? El viernes descubrí a Meritxell en la pose que ven hoy y le rogué que no se moviera mientras le sacaba la fotografía. Revisando esta mañana las tapas del libro de Capa, he descubierto que el fotógrafo posaba de igual manera para el famoso retrato que le hizo Ruth Orkin. La diferencia es que ella lo fotografío de frente mientras que yo capté a Meritxell de perfil. Ese triángulo equilátero que forma su cuerpo me fascinó.

Los gestos se repiten, los protagonistas cambian. El mundo sigue su curso.

Buenos días.

18.11.09

LA EXCLUSIVIDAD


No tomé ni una fotografía entre el Rin y el Óder. Los campos de concentración estaban plagados de fotógrafos y cada nueva fotografía del horror servía sólo para atenuar el efecto general. En esos días, durante una corta jornada, todo el mundo podría ver lo que les había ocurrido a esos pobres diablos en los campos; mañana, a muy pocos importaría lo que les ocurriera a éstos en el futuro”.

"Ligeramente desenfocado", Robert Capa

Aquí se hacen evidentes los subterfugios que emplea Capa para justificar sus acciones. Afirma que la acumulación de fotógrafos en los campos de concentración atenuaría el efecto de sus imágenes. Y sesenta años después se ha demostrado que ha sido totalmente al contrario. Si todavía se consideran los campos de concentración como uno de los ejemplos más categóricos del mal absoluto es gracias a la ingente documentación (fotografías y filmaciones) sobre sus consecuencias. Una documentación que los revisionistas intentan dinamitar.

Lo que desmotivaba a Capa no era la atenuación del horror por la acumulación, sino el no ser el único que lo documentaba; no poder erigirse en el héroe que, afrontando los peligros, fue el único que estuvo lo suficientemente cerca como para hacer la foto. Y es que, escribiendo, muchas veces explicamos sobre nosotros mismos mucho más de lo que somos conscientes.

En la imagen de hoy, Pau, en uno de los ensayos. Hoy nos abandona para ver a Tortoise. Lógico el cambio. Es más, yo diría que los demás estamos locos por no hacer lo mismo.

Buenos días.

LA INMORTALIDAD


El último hombre disparando la última ametralladora no difería mucho del primero. A esas alturas de la guerra, nadie en Nueva York querría publicar una imagen de un simple soldado disparando una vulgar ametralladora. Pero el rostro del chico era amplio, limpio, muy joven, y él seguía matando fascistas. Yo salí al balcón y, desde metro y medio, enfoqué un primer plano de su cara. Presioné el obturador: mi primera foto en semanas y la última de ese chico con vida.”

En silencio, el tenso cuerpo del artillero se relajó y se desplomó sobre el suelo del apartamento. Su expresión no había cambiado, salvo por el pequeño agujero entre los ojos. El charco de sangre crecía bajo su cabeza y su pulso no tardó en detenerse”.

(...)

Tenía la imagen del último hombre en morir. El último día mueren alguno de los mejores. Pero los vivos olvidarán rápido”.

“Ligeramente desenfocado”. Robert Capa

Como él cuenta, Capa consiguió la imagen del que quizás fue el último hombre en morir en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. La famosa fotografía del artillero caído sobre el suelo del balcón, con un reguero de sangre que brilla al sol mientras se escurre hacia el interior de la estancia. Uno más de los chicos que desaparecieron en la guerra, uno más de los cuerpos que reposan bajo tierra y que, 60 años después, podemos contemplar gracias a los haluros de plata.

La fotografía siempre ha sido un método para la congelación de la realidad. La selección de un instante —apenas una centésima de segundo—, y su fijación en algo estático, inmutable, otorga a ese instante todo su valor. La fotografía fija imágenes como la literatura palabras. En ambos casos, con voluntad de trascender, con ese anhelo secreto que tenemos todos: No desaparecer. Al menos, no desaparecer por completo.

En la imagen, el vuelo ralentizado de un águila —que seguramente ya no existe—, planea sobre Israel Marco mientras interpreta los temas de su proyecto “Caballo”, el pasado viernes.

Buenos días.

16.11.09

TREMENDISMO


El día de la liberación de París fue el más inolvidable de la historia, y el séptimo día a partir de aquél fue el más triste. Se había terminado la comida, se había terminado el champaña, y las chicas habían vuelto a sus casas a contar la liberación. Las tiendas estaban cerradas, las calles desiertas y de pronto me di cuenta de que la guerra no había terminado. De hecho, continuaba a menos de veinticinco millas.

Ese séptimo día yo estaba sentado en el bar del hotel Scribe, el regalo que el ejército había hecho a los periodistas, e intentaba enseñarle a Gaston como preparar el trago más alegre y potente de todos: el Suffering Bastard. Mientras agitaba el zumo de tomate junto con el vodka y la salsa Worcestershire, yo tocaba a difuntos por el noble arte de la fotografía de guerra, que había expirado en las calles de París sólo seis días antes. No habría fotos de los muchachos como aquellas del desierto en el Norte de África o las montañas italianas; no habría otra invasión que sobrepasara a la de Normandía; nunca una liberación sería como la de París.

"Le dije a Gaston que volver al frente era un plan aburrido. Desde ese momento, no haría sino repetir las mismas fotografías una y otra vez. Todas las imágenes de soldados agazapados, de tanques arrolladores, de multitudes saludando enfervorecidas, todas serían hermanas menores de alguna otra foto ya hecha con anterioridad.

“Ligeramente desenfocado”, Robert Capa (1947)

Robert Capa escribió estas líneas hace 62 años. Ya entonces anunciaba el fin del fotoperiodismo. Estos últimos días he tenido ocasión de leer algunos comentarios en el mismo sentido, afirmando que todo ya está hecho, que los nuevos fotoperiodistas no son más que pálidas copias de sus maestros, que viven en un bucle, repitiendo de forma desangelada temas y encuadres vistos hasta la saciedad.

Nos pierde el tremendismo.

Genios hay bien pocos, aunque la palabra se suela regalar. Ellos son los responsables de abrir nuestros caminos. Para el resto de los mortales, es suficiente con ser sincero a uno mismo y hacer lo que sientas que debes hacer. Si alguien lo ha hecho antes y mejor que tú, bien por él.

Que no nos pese sobre los hombros el peso de la tradición. No la ignoremos pero tampoco la respetemos en exceso.

En la imagen, Israel Marco, integrante del dúo Cuchillo, presentado su nuevo proyecto en solitario, Caballo, en la sala Miscelánea. Parece que tenga una fijación por las palabras trisilábicas, llanas y comenzadas por “C”.

Disfruté de su música casi incorpórea, ingrávida, acompañada de unas imágenes ralentizadas que se acoplaban perfectamente a su ritmo moroso.

Fue un buen inicio de fin de semana.

Pero hoy es lunes. A pesar de ello, disfruten del día.

13.11.09

ELOGIO DE LA LENTITUD


—Vale. Entonces quedamos así para hacer las fotos.
—De acuerdo. Las dispararé en película, en blanco y negro.
—¿En película? ¿No en digital?
—No.
—Entonces… ¿cómo las verás?
—No las veré. Hasta que tenga revelados los negativos. De hecho, las fotos hay que verlas cuándo se hacen y, si me apuras, antes.

Más o menos así fue una conversación ayer por la noche. El ejemplo de la confrontación entre inmediatez y lentitud; entre irreflexión y meditación.

Nadie tiene recetas mágicas, por eso me sorprende la simplificación que hacemos, como queriendo llegar a la conclusión de que sólo hay un camino valido. Creo saber cuál es el que me conviene a mí, pero eso no quiere decir que se pueda transplantar a otros. Algunas veces me he enzarzado en discusiones bizantinas, por el gusto de tenerlas, pero cada uno tiene que encontrar su forma de trabajar y ver si es satisfactoria y ofrece los resultados buscados. La mía es la lentitud y el análisis. Llámenme caracol, pero no lo puedo evitar. Será que provengo de otros tiempos, en los que el pensamiento lógico —y no el bombardeo sensorial—, la preparación previa —y no la improvisación— son los métodos de trabajo. Llámenme caracol. Pero a mi me sirve.

Hoy soy feliz. A las 6.30 de la mañana, antes de ir al trabajo, he entrevistado durante una hora a un histórico de la música, vía conferencia telefónica transoceánica. Pequeñas locuras de nuestro mundo globalizado.

Buenos días.

10.11.09

UNA MIXTIFICACIÓN


La foto de hoy es una mixtificación, un engaño, la fusión de dos imágenes en otra que cobra un nuevo sentido. Es lo que los puristas llamarían montaje dentro del plano. Es esta una de las escasas parcelas de libertad en la fotografía de conciertos.

Unes dos realidades para llegar a una conclusión que es más que la suma de las partes. Como con los pensamientos.

Se celebran los fastos por los 20 años de la demolición del muro de Berlín y yo reviso la película “The Wall”, de Alan Parker, la puesta en imágenes de los traumas de Roger Waters. El muro de Waters es el muro de la soledad, del aislamiento. El muro que cayó hace 20 años era la frontera contra el capitalismo que, como efectos indeseados, provocó la falta de libertad y el aislamiento de los habitantes del telón de acero. Ese muro fue construido por dictadores y provocó la muerte de aquellas personas que querían vivir sus propias vidas. Veinte años después de su caída, se erige un dominó gigante conmemorativo, patrocinado por empresas que colocan sus logotipos en las piezas de 20 kilos. He aquí la prostitución de una idea, el ejemplo perfecto de que el capitalismo lo deglute todo. ¿Qué pensarían los que murieron a manos de los vopos si vieran su sacrificio convertido en espacio publicitario?

En un momento de la película, Roger Waters se preguntaba “¿qué utilizaremos para llenar los espacios vacíos?" y aparecían, formando parte del muro que nos aísla, todos los elementos del consumismo de los 80: Mercedes, BMW, etc. Profético, oigan.

Buenas noches.

9.11.09

CAMPING SE MERECEN MÁS


El viernes tuve el placer de ver en directo a Camping. Presentaban su álbum “Remains of industry” en el Teatre Auditori de Granollers. Sigo su trayectoria desde el anterior elepé, “Politics of Love”. Desde entonces, observo su evolución con la secreta esperanza de que sean valorados en su justa medida. Varios elementos juegan en su contra:

Son un grupo catalán pero deciden cantar en Inglés. Para algunas mentes reduccionistas, eso quiere decir ignorarlos al no poder dotarlos de significación política.

Su música no es evidente. No es pop-rock diseñado para politonos. Normalmente sus temas evolucionan y se alejan de la consabida estructura estrofa-estribillo.

Pero también tienen ventajas:

Sus directos son de lo mejorcito que se puede oír por estos pagos. Los cuatro componentes del grupo se turnan en los instrumentos y las voces, mostrando su versatilidad y ambición musical.

Conceptualizan sus discos y sus actuaciones. Para la presentación de “Remains of Industry", se dotaron de un quinto miembro que ejercía de soldador durante los interludios y se unió al final como percusionista. Tras ellos, una pantalla contextualizaba todavía más sus temas.

Observen su posicionamiento en el escenario. Doble, o en ocasiones, triple percusión. Todos los músicos en primera fila, compartiendo protagonismo. No, desde luego, no es el típico grupo que solemos ver.

Pueden ir a su página web

http://www.myspace.com/campingbcn

y escuchar en el reproductor “Cheap Houses”, el tema que abre su último disco. Se podrán hacer una idea de a qué suenan.

Buenas noches.

4.11.09

EL OTRO LADO DEL ESPEJO


Pues aquí tienen a la autodenominada Otti Drile, del dúo Cocodriles. Defensores acérrimos del amateurismo vocacional, generadores de ruido en breves composiciones instrumentales para guitarra y batería. En su página Myspace pueden leer toda una declaración de intenciones:

Cocodriles is an experimental rock band that still doesn't know how to play, but will continue to play gigs for the people to have fun and jump around”.

Amateur como soy, me hace gracia esa conversión de la necesidad en virtud. Además, hay otro nexo de unión entre el otro integrante del dúo, autodenominado Coco P., y yo. Le conocí en los fosos, fotografiando a los grupos. Él, como Alicia, ha cruzado al otro lado del espejo. Quizás un día coincidamos en eso también.

Buenos días.

MUERTOS VIVIENTES


Si ayer tocaba el impuso Eros, hoy Thanatos.

Muertos vivientes. Infrahumanos que no saben que son sólo una caricatura sanguiñolenta de lo que fueron. Cuerpos consumidos, podridos, de movimientos envarados, dominados por instintos primarios.

El subgénero de las películas de zombies tiene unos estilemas bien definidos. Y su argumento acostumbra a ser siempre el mismo. Normalmente, unos pocos humanos deben enfrentarse a hordas tambaleantes que buscarán cualquier resquicio para devorarlos y convertirlos en peones de su macabro reino. Los espectadores nos posicionamos al lado de esos escasos congéneres en su lucha sin cuartel contra los cadáveres hambrientos. Celebramos cuando se elimina, de la manera más cruel posible, a uno de esos infrahumanos, a poder ser destrozando sin piedad sus cuerpos putrefactos.

¿Y si formáramos parte de ese ejército de infrahumanos aunque no seamos conscientes? ¿Y si estuviéramos dejando que nuestro cuerpo se colapse mientras nos movemos por estímulos simples y somos una caricatura de lo que pudimos llegar a ser? ¿Estamos vivos o queremos creerlo?

Les recomiendo la película “El carnaval de las almas”, una deliciosa película que se acostumbra a denominar de serie B y que tiene más enjundia que muchas de “arte y ensayo”.

Estos maravillosos zombies también hacían cola ordenadamente para entrar en el Salón del Manga.

Buenos días.

2.11.09

BESO OTAKU


Queda en el recuerdo un fin de semana intenso, que se inició ya el viernes y que da como saldo reencuentros, encuentros, visitas, conciertos y una sesión de fotografía. Entre las visitas, acercamiento puntual al Salón del Manga, en el recinto de La Farga, en L’Hospitalet. Aunque podía acceder de forma gratuita, no me atreví a disolverme en una cola que daba la vuelta al recinto y que prometía un tiempo de espera no inferior a las dos horas. Será que la edad ya no me permite esas efusiones o que, simplemente, tengo cosas mejores que hacer. Por ejemplo, observar a los jóvenes otakus que se disfrazan remedando a sus personajes preferidos.

Contemplaba a esos jóvenes que, en algunos casos, habían dedicado horas y horas a confeccionar sus atuendos y me embargó una cierta emoción. Los otakus de hoy son los heavies de antaño. Jóvenes principalmente de extrarradio que huyen de un entorno hostil a mundos más acogedores, en los que se ensalza el valor, existen códigos de honor y el éxito es posible. Son héroes, aunque sólo por un día. Las chupas, substituidas por capas o levitas; los tejanos de segunda piel, por medias de rejilla. Pero los códigos que los uniforman y los distancian del entorno allí estaban.

Mientras recorría la cola, me encontré con estas dos chicas que se besaban apasionadamente, ajenas a su entorno. Un bello mensaje para iniciar la semana.

Buenos días.