31.7.09

MALDAD


Cuando estuvo otra vez al lado de ella en la camioneta, dijo:
—Bueno, acabo de decidirme. Me apunto a la infantería.
—¿En serio? A la infantería, ¿eh?
—Ajá.
—¿Y luego qué? ¿Te especializas en algo?
—Me voy a Vietnam.
—¿Y luego qué?
—Me voy a cargar a un montón de gente.
—Cielos —dijo ella—. No estás con los chavalotes, ¿sabes? Soy una chica.
—Lo siento, socia.
Ella le puso la mano en la nuca y le acarició el pelo suavemente con los dedos. Para que dejara de hacerlo, él se sentó con la espalda recta.
—Ha sido horrible eso que has dicho, James.
—¿El qué?
—Lo que has dicho.
—Me ha salido sin más. No lo decía en serio, creo.
—Pues no lo digas.
—Mierda. ¿Tan malvado crees que soy?
—Todo el mundo tiene un lado malo. No lo alimentes y no crecerá.

Denis Johnson, Árbol de Humo. Pág. 128

El libro de Johnson está siendo uno de mis principales compañeros durante los breves días de descanso, que, desgraciadamente, ya han llegado a su fin. Es curioso contemplar cómo los estímulos que recibes de diferentes actividades a veces parecen converger como guiados por una mano invisible. En la imagen, uno de los cráneos utilizados por el grupo Árnica en su actuación a las afueras de Barcelona.

Buen fin de semana.

29.7.09

EL SALTO DE ROBERT


Durante un instante fue el centro de atención. Tras saltar, parecía abrazar el mar agitado. Pero la gravedad impuso su ley y lo atrajo hacia el agua. Cayó desde una altura de 30 metros a una velocidad constantemente acelerada. El impacto contra el agua fue limpio, impecable. Emergió durante un momento y observó las caras de admiración a su alrededor. Se sentía poderoso. Con ese poder que otorga arriesgarse por una gloria efímera como su salto.

Tras ver su imagen fijada, me acordé de Robert Wyatt. Promesa del rock progresivo inglés de finales de los 60, Wyatt era un creativo batería, compositor vanguardista y, además, estaba dotado de una capacidad de interpretación vocal prodigiosa, con un timbre aterciopelado, siempre a punto de romperse, y con un fraseo digno del mejor jazz. Diríase que trompetas salían de su garganta siempre que cantaba.

A principios de los 70, una noche de juerga acabó con él en el hospital, la columna rota tras despeñarse por la ventana. A partir de entonces, la silla de ruedas sería su eterna compañera. Wyatt aceptó su destino con una resignación no exenta de cierta autoparodia. Para él, el accidente era un avatar más de la vida que no le impediría seguir con sus intereses. Así, poco después de la caída, publicaba su obra maestra, Rock Botton, en 1974. En la portada, un dibujo de él sumergiéndose en el mar, suspendido gracias a unos globos. De ese álbum rescato su primer tema, Sea Song, en una reciente interpretación en directo. Su lento discurrir me parece que combina a la perfección con la imagen congelada, con ese instante robado al tiempo que avanza impasible.



Buenas tardes.

27.7.09

UN PASO EN EL AIRE



2 milésimas de segundo. El tiempo que ha permanecido abierto el obturador y ha fijado en el sensor la imagen de ese hombre que parece flotar en el vacío. Mientras la cámara transportaba la información a la tarjeta gráfica, el bañista estaba cayendo al mar desde el acantilado. Él continuaba con su baño tras el atrevido salto y la cámara albergaba en su interior una imagen fragmentada, apenas un instante, que convertía en eternidad.

Esa es la fuerza de la fotografía. Detiene el tiempo a las órdenes del fotógrafo, cuando él considera que sucede el instante que quiere captar. Sea éste decisivo o anodino. Por eso me gusta más la fotografía que el vídeo. El blanco y negro ante el color. Ambas son estrategias de alejamiento de la realidad, de síntesis, de búsqueda esencial.

Algunos considerarán que la fotografía miente. Por supuesto. El encuadre, el momento captado, el punto de enfoque... Enmascaramientos a la realidad. La deformamos para amoldarla a lo que buscamos. La modificamos para hacerla nuestra.

Soy lo que veis. Y a veces, podéis llegar a ver incluso más de lo que querría mostrar.

Buenos días.

24.7.09

PULSIÓN ANIMAL


Les presento a Néstor y a Pocho.

Néstor es el gato atigrado que sujeta e intenta penetrar a Pocho mientras me mira retador. Ambos son machos, ambos castrados. Doy fe de que Néstor estaba excitado, de que sus evoluciones no pertenecían al ámbito de la camaradería sino a una pulsión mucho más fuerte.

La pequeña escena que se representó ayer por la mañana en el dormitorio me da pie a varias reflexiones:

1. La homosexualidad no se circunscribe a la especie humana. Eso ya lo sabía por estudios publicados, pero he tenido constancia de primera mano. Si ocurre entre mamíferos, es porque es natural (en su acepción más inmediata, propio de la naturaleza).

2. La homosexualidad puede ser innata o sustitutiva. Antes de castrarlos, ambos gatos intentaron penetrar al otro. O en mi entorno la ley de las probabilidades no se cumple, por lo que debería ir corriendo a jugar a la ruleta ahora mismo, o ambos gatos han pretendido satisfacerse con un congénere del mismo sexo, a falta de hembras de su especie. No deja de ser el mismo mecanismo de los perros con los brazos o las piernas de sus amos, por ejemplo.

La revelación que considero más importante:

3. El cerebro es el órgano sexual por excelencia. Si ambos están castrados pero siguen conservando alguno de sus impulsos es porque el cerebro se lo indica. Llevando esta conclusión al extremo, me pregunto hasta qué punto decisiones como la castración de violadores pueden conseguir su propósito.

Y una pequeña maldad de las que me gustan:

4. Si la homosexualidad es una tendencia natural que se da no sólo en seres humanos sino en otros animales, y si consideramos que el creador de nuestro mundo es un dios —yo no lo creo, por supuesto—, este dios que supuestamente nos ha creado aboga por la homosexualidad urbi et orbe. Qué maravillosa lección para nuestra curia romana.

Buen fin de semana.

23.7.09

AZUL


Es curioso el doble sentido que la palabra “blue” tiene en Inglés. El color azul y una cierta sensación de tristeza. El azul es mi color preferido y la tristeza diríase que es parte inextricable de mi personalidad. ¿Qué extrañas asociaciones neuronales provocan esas preferencias? ¿Qué genera una personalidad tendente a la alegría o a la melancolía? Somos química, claro. Y como bien saben los clubbers, hay un pasaporte químico hacia la felicidad, aunque impostada.

Ayer por la mañana pasee por el mercado de Els Encants y esa añoranza se clavó en mi como cerbatanas. Los buhoneros han perdido definitivamente la batalla contra los comerciantes de productos nuevos de pésima calidad. Apenas se encuentran tenderetes de quincallas, apenas puede uno ensuciarse las manos rebuscando entre pilas de productos de otras épocas. Para mi, el mercado ha perdido su razón de ser, su personalidad. Nada que ver con mercadillos como los berlineses.

Lo que me pregunto es si esa apreciación de la degradación no será una proyección. ¿Realmente antes tenía más encanto o es una reinterpretación de mi mente? Una proyección, como cuando miraba a las escasas muñecas de porcelana con sus caras hinchadas y sus párpados caídos. Juguetes viejos. Algunos, los menos, mantenían su belleza, trascendiendo a la época que los creó. La mayoría, inútiles, incompletos, acusaban la crueldad del paso del tiempo. Envejecer. El tiempo caricaturiza, exagera los rasgos más ridículos de la personalidad. Y el entorno muta. Envejecer con dignidad, sin convertirse en parodia.

Volviendo a la asociación entre el color azul, la tristeza y las drogas, les dejo esta triste canción de Joni Mitchell, Blue, porque las canciones son como tatuajes:



Y la foto, tomada ayer en Els Encants. Una caseta cuyo contrachapado repintado de amarillo apenas puede ocultar el azul que subyace.

Buenos días.

17.7.09

ENTRETELAS


El tiempo libre tiene estas cosas. Estaba haciendo zapping una mañana cuando me encontré con una serie que marcó mi infancia, al igual que la de toda mi generación: Vickie el Vikingo. Sí, soy de esos que un anunciante desgraciado afirma que tenemos que empezar a cuidarnos.

Me quedé viendo el capítulo para analizar el motivo de su éxito. La serie, de mediados de los 70, cuenta las peripecias de unos simpáticos vikingos que invaden y asolan pueblos mientras intentan no ser ellos las víctimas de sus propias prácticas. Un argumento que, en nuestra sociedad actual de pensamiento políticamente correcto, sería, sin duda, puesto en cuarentena. Basados claramente en Astérix, los personajes de Vickie tienen cada uno se peculiaridad cómica. Lo curioso es que la serie abogaba por la inteligencia como motor de solución de los problemas. Qué diferente de dibujos como Dragonball, que glorifica la violencia como único método para la solución de los conflictos.

Presté atención a la omnipresente banda sonora. Una música pegajosa y efectiva, amoldada a las vicisitudes de los protagonistas. Al finalizar el episodio, redescubrí que su autor era Karel Svoboda. Como el nombre me sonaba, investigué en internet. Conocido como el rey del pop checo, Svoboda compuso la banda sonora de otras series que marcaron el mundo a su paso: La abeja Maya y Nils Hogersson. De hecho, algunas de estas melodías son actualmente utilizadas por los anunciantes para intentar vendernos productos a los de nuestra edad.

Svoboda fue encontrado en el jardín de su villa, el 28 de enero de 2007, muerto de un disparo. La autopsia decretó que se había suicidado. Su final tuvo en epílogo morboso con la publicación de las fotos de su cadáver en el diario sensacionalista Blesk. Las imágenes, realizadas inicialmente con fines forenses, fueron comercializadas por el policía que las tomó, lo que le costó la expulsión del cuerpo.

Fascinante que el autor de melodías inmortales que apelaban a la alegría de vivir acabase sus días con un suicidio. Las contradicciones del espíritu humano. Svoboda me recuerda a Primo Levi, que decidió dejar de vivir muchos años después de haber conseguido sobrevivir al terror nazi. Qué extraños somos.



La fotografía, durante una jornada de localizaciones para una sesión.

Buenos días.

14.7.09

COCHES ABANDONADOS



A veces, una portada resume a la perfección el tono de un libro. Éste es el caso de la ilustración que presenta “Coches abandonados”, el tomo de historias gráficas de Tim Lane. Esa mirada perdida, embebida, mirada de perdedor. La huída, ya sea con automóviles, trenes u otros medios artificiales, como el alcohol o las drogas, que siempre se revela como imposible, porque no se puede huir de uno mismo. Todo ello se muestra en la portada y se desarrolla en el interior.

Un cómic opresivo, casi metafísico. Doloroso pero fascinante. Un sentido trágico de la vida que entronca a Lane con autores de otros géneros y que demuestra que no hay artes mayores o menores, porque el arte estriba en lo que eres capaz de crear al combinar los elementos que conforman la disciplina artística a la que te dedicas.

Cuando lo vi en la librería, la portada captó mi atención al momento. Cuánto me alegro de dejarme vencer por impulsos.

Buenos días.

10.7.09

CAMPANADAS A MEDIANOCHE


He visto recientemente dos películas basadas en los mismos personajes de Shakespeare: Enrique V, de Kenneth Brannagh, y Campanadas a Medianoche, de Orson Welles. Su distancia es enorme. Si la película de Brannagh es un producto para el lucimiento de su actor y director, una película de televisión con apariencia de cine, en el caso de Welles estamos ante una obra de arte que trasciende a su autor y a su época y es, al mismo tiempo, su mejor retrato o autobiografía.

El gordinflón vividor Falstaff, repudiado por su antiguo compañero de tropelías y ahora rey, es Welles, olvidado por un sistema de estudios al que no le convenía el ambicioso creador americano. Se tiende a poner a Welles como una víctima del cine cuando él mismo era responsable en gran medida de su caída en desgracia. Vividor, inconstante pero genio. Ese genio que brilla en todos los fotogramas de su película, rodada en España, y en el montaje de la escena central de la batalla, extrañamente avanzado a su época. Cuentan quienes compartieron el rodaje con Welles que marcaba las imágenes a montar en directo y que apenas se debía hacer modificaciones. Un genio.

Rescato dos frases de una entrevista con Peter Bogdanovich que forma parte de su libro Ciudadano Welles:

Sobre el montaje como el corazón de una película:

Si un día me decidiera a enseñar cómo hacer una película, daría mis clases en torno a una moviola”.

Y sobre cómo nuestras obras nos definen, cómo son, en el fondo, autobiográficas, para bien o para mal:

Una película debe y tiene que ser un reflejo de la entera cultura del hombre que la hace, de su educación, su conocimiento humano, su capacidad de comprensión”.

La batalla de Shrewsbury. Un prodigio de montaje:



Ganas me dan de revisar toda su filmografía. Un abrazo en la distancia al genio vividor.

Las chicas de la fotografía fueron retratadas en el Sónar, pero sus caras tienen un cierto aire medieval, podrían haber formado parte de los extras de Campanadas a Medianoche. No somos tan diferentes, aunque vayamos de modernos.

Buenos días.

8.7.09

HACIA LA IDEALIZACIÓN POR LA MUERTE


Esta mañana he estado ojeando el funeral de Michael Jackson en youtube. Siempre me han fascinado las maniobras de idealización que se dan en estos ritos. El finado ya no es quien fue, sino aquel que quisiéramos que hubiese sido. En el caso de Michael Jackson, todavía más. Las proyecciones de las pantallas mostraban al autoproclamado rey del pop desde su infancia hasta su época de mayor éxito. Sólo una imagen de los últimos días, aquella hecha pública de uno de los ensayos de la serie de conciertos This is it. Una imagen en la que el hombre de 51 años imitaba al de 31. Es como si su familia quisiera borrar al Michael Jackson de los últimos tiempos, como si abominara de él. La multitud de imágenes de él de niño parecían decir “es nuestro hijo, nuestro pequeño”. Pero lo cierto es que ya no lo era.

No entraré a analizar las relaciones intrafamiliares y la influencia de la ambición paterna en el desarrollo y posterior comportamiento errático de la estrella. Aunque la ley del silencio a la que se sometió al pater familias durante la ceremonia fue clamoroso y revelador.

Michael Jackson no quería volver a los escenarios. Lo necesitaba para pagar las cuantiosas deudas que sus gastos desorbitados habían provocado. Me imagino la presión que sufría mientras intentaba imitarse y veía que era un pálido reflejo de lo que fue. La sociedad ya ha buscado al chivo expiatorio, al médico que lo mató. Pero yo creo que Michael Jackson fue su propio asesino: No quería vivir. No podía. La muerte puede ser una vía de escape cuando no ves otra. El camino hacia la idealización. Una buena opción cuando te has convertido en una mala imitación de ti mismo.

En la imagen, otro fotograma robado de Mishima, otro subrayado. Justo antes de que se atraviese la piel con el cuchillo. El instante en el que destruye su cuerpo y construye su idealización.

Buenos días.

7.7.09

MISHIMA. Y VAN DOS


Ayer por la noche volví a los Verdi, volví a Mishima. Reconozco que a veces soy compulsivo, pero, en este caso, lo creo justificado. No se puede despreciar la contemplación de una gran película en una cartelera cercana al yermo. “Mishima, una vida en cuatro capítulos” es cine, un ejemplar de esa especie a punto de extinguirse en manos de las pantallas de plasma y los magazines de cotilleos.

El segundo —y más atento— visionado me permitió descubrir que, como los grandes, Paul Schrader filma una y otra vez la misma película. Plasma en celuloide obsesiones repetidas. Los protagonistas de sus películas son seres torturados, inadaptados y que huyen de una sociedad de la que no se sienten partícipes con medidas desesperadas que incluyen la autoinmolación. En poco se diferencia Yukio Mishima del Wade Whitehouse de “The Affliction” —escrita y dirigida por Schrader— o del Travis Bickle de “Taxi Driver” —el guión es suyo—.

La película disecciona psicológicamente al autor japonés de forma caleidoscópica y a través de la escenificación de fragmentos de sus obras que demuestran hasta qué punto eran autobiográficas e, incluso, premonitorias. Mishima: actor, máscara, celebridad, solitario, reaccionario, homosexual, ambicioso, egomaníaco, autor. Todas estas dimensiones de su personalidad aparecen en un guión perfecto, milimétrico, en el que frases que son aparentes boutades cobran sentido pocos minutos después.

Comenté en mi anterior entrada que la persona Mishima me parece patética. Y sigo opinando igual. Pero Schrader intenta comprender y explicar sus motivaciones, no ridiculizarlo. El patetismo de un hombre. Esta frase podría definir también la mayoría de las películas del guionista y director.

No quiero alargarme más porque ésta es una película para sentir, más que para ser explicada Sólo les diré que, aparte de ese guión magnífico, cuenta con una cinematografía y una escenografía modélicas y la interpretación de Ken Ogata es arrebatadora. Aprovecho para rendirle homenaje. Murió hace menos de un año. El reestreno de la película, 24 años después, lo trae de nuevo a la vida. Y hace cierta una de las reflexiones de Mishima, en la que afirma que si lo que hacemos es bello, nosotros somos bellos.

Les dejo otro de los temas de Phillip Glass que conforman la banda sonora de la película. Schrader tiene un gusto exquisito a la hora de seleccionar la música que acompaña sus imágenes.



La fotografia de Mishima como San Sebastián, realizada ayer durante la proyección. Me gusta robar fotogramas de las películas. Es como subrayar frases en los libros.

Buenos días.

3.7.09

YUKIO MISHIMA


Toda mi vida he sido consciente de la contradicción que se da en la naturaleza de mi existencia. Durante cuarenta años, he luchado por solucionar ese dilema escribiendo obras de teatro y novelas. Cuanto más escribía, más descubrí que las palabras no son suficiente. Así que encontré otra forma de expresión”.

Palabras de Yukio Mishima en la película, Mishima, una vida en cuatro capítulos, de Paul Schrader. De nuevo en la cartelera estos días.

La nueva forma de expresión de la que hablaba Mishima era la acción y su intención, el retorno al Japón tradicional, despojándolo de cualquier ropaje occidental. Su escenificación suprema fue el intento de alzamiento en un cuartel militar, saldado con la mofa de los soldados ante las arengas patrióticas de un desbordado MIshima que cometió su última huída hacia delante con un sepukku (suicidio ritual) en el mismo cuartel.

Patético. Mishima es el claro ejemplo de que arte y vida no tienen nada que ver. Uno puede ser un artista brillante y el ser humano más mediocre y ridículo al mismo tiempo. La brillante película de Schrader obvia que, cuando uno de sus correligionarios en la especie de milicia tradicional que creó intenta culminar el sepukku falló en su intento de decapitar al artista por tres veces. Hasta en eso fue patético su final.

Quería ser Elvis Presley y después abominó de occidente. Por suerte, tenemos su obra. Y la película de Schrader, que revisé ayer, veinte años después, y disfruté igual que la primera vez. Véanla.

Y, para finalizar, otro párrafo de Mishima que me autodedico:

La edad media del hombre en la Edad de Bronce era de 18 años, en tiempo de los romanos, 22. (…) Cuando un hombre alcanza los 40, no tiene la posibilidad de morir de forma bella. No importa lo que intente, morirá de decadencia. Se tiene que obligar a si mismo a vivir”.

La banda sonora de Philip Glass complementa la película a la perfección:



Y la fotografía, de Grace Jones en el Sónar. Como Mishima, ella también se pone máscaras para enfrentarse al mundo. Como todos, de hecho.

Buen fin de semana.

2.7.09

A PLENO SOL


—Todo el mundo debería tener, como mínimo, un talento. ¿Cuál es el tuyo?
—Mentir, falsificar firmas e imitar casi a cualquiera.

A pleno sol (The talented Mr. Ripley), de Patricia Highsmith

El verano ha caído sobre nosotros como una inmensa manta que nos abrasa y de la que no nos podemos desembarazar. Empiezo a ver el final del túnel. A poder respirar. Tengo ansia de verano, de desidia y de lecturas aparentemente intrascendentes. Recalco lo de “aparentemente”. Patricia Highsmith, por ejemplo.

¿Podré responderles? Espero que en breve. Gracias por su paciencia. La foto, tomada en los autochoques del Sonar. Divirtámonos hasta morir.



Buenas tardes.