16.6.10

CONFRONTACIÓN


Dos sujetos, una persona que camina por la calle y una imagen enganchada en una pared quedan igualados, circunscritos a las dos dimensiones por obra y gracia de la emulsión fotográfica. La pérdida de la tridimensionalidad tiene estas cosas, se crean nuevas relaciones entre los elementos que forman una fotografía. Tomada en París, hace dos semanas.

Del mismo modo, perder la multidimensionalidad que conforma un grupo y quedarse solo a la espera de que lleguen tus compañeros puede provocar que uno deba enfrentarse a sus limitaciones solo, sin esa red protectora que crean los otros intérpretes a tu alrededor. Ahí lo tienen, sin trampa ni cartón. No digan que no les avisé.



Buenos días.

14.6.10

PARÍS YA NO AQUELLA PARÍS


Sigue viviendo de un pasado esplendoroso que deja en evidencia su presente. No se respira en ella esa pulsión vital que la hizo destino inevitable en los 50 y los 60. Adormecida, conformista, adocenada, París ya no vale aquella misa. Nada que ver con Berlín, en estos momentos auténtica capital europea.

Pero, a pesar de su conformismo, París ofrece sorpresas. Como descubrir, en un pequeño local, a The Ex junto a Getatchew Mekuria. Por un momento, el limitado escenario del Café de la Danse revivió esa energía y capacidad de innovación que París hizo sus banderas hace ya unos cuantos decenios.

Mi suerte es coincidir en ese momento y en ese lugar, casi por pura casualidad. Y que mi Minolta Autocord de los 50 estuviera preparada para ser testigo de lo que vi.

Buenos días.

11.6.10

JOE HENRY: DIOS ESTÁ EN LOS DETALLES


Joe Henry regresó a Barcelona, un año después de su último concierto y volvió a ofrecernos una actuación pletórica, impecable, difícilmente superable. Hablo de Joe Henry pero tendría que hablar del grupo, un trío —contando al propio Henry—, que, en esta ocasión, se convirtió en cuarteto con la participación de su hijo, Devon, al saxo. Y no crean que la intervención del joven Devon se justifica por el nepotismo. Demostró que ha aprendido buenas lecciones en la academia de jazz y sus solos mejoraron, si cabe, las canciones de su progenitor con respecto a la anterior actuación.

La foto que acompaña la entrada de hoy no nos muestra a Joe Henry. En ella aparece Jay Bellerose, su fiel batería. Y no, no está durmiendo. Está escuchando lo que suena. Bellerose ejemplifica lo que considero un gran músico. Aquél que no compite por demostrar la rapidez de sus movimientos sino su adecuación a la música. Amante de las baterías antiguas, es el percusionista al que he visto extraer más sonoridades de sus tambores y platos, un mantel sonoro extremadamente rico que completa, puntúa, ilustra, un tema. Batería de gran personalidad, reconocible a distancia, inimitable. Pero, aunque marca estilo, es evidente que lo principal para él es dar servicio a lo que está sonando. Adiós al ego, bienvenida la excelencia.

Las canciones y la interpretación de Joe Henry son brillantes. Pero su acompañamiento por músicos como Bellerose lo propulsan aún más allá. Y él lo sabe. No es extraño que haya declarado en entrevistas que no se imagina tocando con otros músicos. Sería un gran error.

Hablo de la maravilla que presenciamos hace una semana. Y resulta que, hasta el último momento, no estaba claro si la música tendría que reverberar en una sala medio vacía. Así es esta capital, inmisericorde con los grandes y rendida ante los bluffs de temporada. Dadas las circunstancias, no puedo por menos que agradecer enormemente su trabajo a esos pequeños promotores que se juegan su dinero para traer propuestas de calidad que nos saquen, con dificultades, del yermo de la modernez.

Mi reconocimiento y agradecimiento hacia ellos.

Y les dejo con una de esas gemas creadas por Joe Henry. Si se concentran un poco, podrán sentir el ritmo tan especial que imprime Bellerose.



Buen fin de semana.