25.3.10

LUJO DE EXTRARRADIO


Contemplaba las amplias carreteras de circunvalación iluminadas tímidamente por el rastro de los faros a gran velocidad. El terreno se abría a sus pies, 14 pisos más abajo, inhóspito.

Vagó por los pasillos del hotel. Decenas de puertas idénticas cerradas a intervalos constantes, numeradas con cuatro dígitos, que iba dejando atrás mientras caminaba. Los pasos, silenciados por la moqueta en tonos terrosos, una nota cálida, una broma cruel más que un elemento reconfortante.

Un gran ventanal presidía su habitación. A lo lejos, los coches eran hormigas apresuradas, reptando sobre el rastro marcado por sus compañeras. Ni luna ni nubes. Nada que recordara la naturaleza. Sólo el dorado reflejo de las lámparas, imponiéndose sobre el cristal de seguridad del ventanal, y el zumbido quedo del aire acondicionado.

Lujo de extrarradio, pensó. Prisión de ejecutivos. Pero él estaba allí.

Buenas noches desde París.

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