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18.5.11

AFTERHOURS


Acaba el concierto. Son las 2 de la madrugada. La inmensa mayoría de los grupos recogerían los instrumentos (o dejarían a su equipo que lo haga si tienen una cierta fama) e iniciarían la noche. Pero si la música no es un medio —de reconocimiento, de alimento del ego— sino un fin, pueden pasar cosas como la que ilustra la fotografía. Acaba el concierto y no puedes dejar de jugar con los instrumentos porque la música te llama.

Mientras recogía la cámara, levanté la vista y me encontré con Mariano Camarasa y Raúl del Moral tocando el piano a cuatro manos. Desenfundé antes de que acabase la improvisada complicidad y conseguí, casi en total oscuridad, una pequeña imagen que para mi define lo que mueve a un músico. Una pulsión, una necesidad de comunicarse a través de notas, acordes, ritmos y silencios.

Queda en mi retina y en la conjunción de unos y ceros del archivo digital el recuerdo de un breve momento de magia.

5.3.10

VICIOS





Hay vicios confesables y otros que no. La música de Seward forma parte de los primeros. Lo pueden llamar fijación, tienen derecho a criticar mi insistencia, pueden considerarme un fan fatal (no estaría de acuerdo, pues mi pasión proviene de lo que genera en mi su música, no del habitual servilismo del común de los mortales ante el aura del artista).

La cuestión es que no puedo negarme a mi mismo. O sí, pero no quiero. Y pocos —insisto—, pocos grupos generan en mí tal liberación de endorfinas como ellos, como le comenté durante el concierto a un divertido amigo. Si la adicción es la consecuencia de la ingesta de drogas, Seward es mi chute. Sano, sin embargo. Música a un volumen adecuado para apreciar todos los matices que contiene, una cerveza para aliviar los calores de los pequeños espacios en los que actúan y la complicidad con los asistentes al evento, que ya empezamos a reconocernos. No se necesita nada más. Como comentaba uno de los asistentes, aprovechémonos ahora, cuando la cercanía permite abrazarnos tras la actuación.

Bella música, grandes ejecutantes. Ayer pudimos descansar la vista y los oídos en las contorsiones vocales y físicas de Adriano Galante, en las piruetas rítmicas y la capacidad de invención de Juan R. Berbin, en la emoción a los teclados y al chelo de Mariano Camarasa, en las atmósferas sugerentes de Pablo Schvarzman, en las notas trenzadas por Raúl del Moral a la guitarra. Es igual. Todo suma, todo aporta. Tantos detalles, tanta emoción. Qué bella es a veces la vida.

Buen fin de semana.