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20.10.09

SOSPECHOSOS HABITUALES: BAJO EL INFLUJO


En la mayoría de seres humanos se da una suerte de compensación. O se es guapo y tonto o listo y feo. Incluso diría que el nivel de inteligencia es la consecuencia de un proceso adaptativo: Los guapos no necesitan ser listos. Los feos, sí. Claro que este axioma no es infalible. También existen tontos y feos. Y guapos y listos. O, mejor, guapos y bellos, aunque no abunden. Un ejemplo de éstos últimos es Albert. Insoportablemente guapo y bello. Creativo, multidisciplinar —fotógrafo, ilustrador, pintor, modelo… —. Un hombre del Renacimiento. Sería insoportable y odioso si no fuera tan bello (y me refiero al interior).

Le acompañé en una sesión de fotos y, desde el coche, mientras se suponía que estaba retocando imágenes en el portátil, no me pude sustraer a su influjo y disparé a la manera de un voyeur. Sabía que su presencia haría bellas mis fotos. Otra cosa es si éstas le hacen justicia. Viéndolas, recordé la fascinación del fotógrafo William Claxton al descubrir a Chet Baker, tal y como la explica en el documental “Let get’s lost”, del que les hablé hace unos días. Y es que la extrema fotogenia troca cualquier prevención en admiración.



Buenos días.

15.10.09

CHET O LA FASCINACIÓN


El fin de semana pasado comenzó con una visita a los Verdi Park para encontrarme con Chet Baker. O con lo que quedaba de él poco antes de morir tras caer/precipitarse/ser lanzado por una ventana de hotel.

Chet Baker o la fascinación. En sus inicios, dandy con cara de niño. Drogadicto irredento durante toda su vida. Envejecido prematuro de cara rastrillada, desdentado y cerca de la incoherencia en su expresión pero, aun así, atractivo, fascinante. El documental de Bruce Weber, Let’s get lost, es la crónica, en un contrastado blanco y negro, de esa fascinación irresistible que provocaba Chet en la gente que le rodeaba y a la que también sucumbe el director. Muestra, a su vez, a las mujeres que compartieron su vida con él y que coincidían en su apreciación de Baker como gran manipulador. Y desnuda los intereses por los que se acercaron al mito. He aquí el problema que se da tan a menudo: difuminar las fronteras entre mito y persona. O, mejor, vender el alma al mito para descubrir que despiertas con la persona.

—¿Cuál fue su día más feliz?
—Quizás cuando me compré mi Alfa Romeo SS. Fue un bonito día, me divertí mucho.

Weber, embelesado por Baker, lo muestra como un niño grande, incapaz de medir las consecuencias de sus actos.

Un bellísimo documental, fruto de su fascinación:

—“No sé qué es la belleza, sé qué es el respeto”.

Buenos días.