15.10.09

CHET O LA FASCINACIÓN


El fin de semana pasado comenzó con una visita a los Verdi Park para encontrarme con Chet Baker. O con lo que quedaba de él poco antes de morir tras caer/precipitarse/ser lanzado por una ventana de hotel.

Chet Baker o la fascinación. En sus inicios, dandy con cara de niño. Drogadicto irredento durante toda su vida. Envejecido prematuro de cara rastrillada, desdentado y cerca de la incoherencia en su expresión pero, aun así, atractivo, fascinante. El documental de Bruce Weber, Let’s get lost, es la crónica, en un contrastado blanco y negro, de esa fascinación irresistible que provocaba Chet en la gente que le rodeaba y a la que también sucumbe el director. Muestra, a su vez, a las mujeres que compartieron su vida con él y que coincidían en su apreciación de Baker como gran manipulador. Y desnuda los intereses por los que se acercaron al mito. He aquí el problema que se da tan a menudo: difuminar las fronteras entre mito y persona. O, mejor, vender el alma al mito para descubrir que despiertas con la persona.

—¿Cuál fue su día más feliz?
—Quizás cuando me compré mi Alfa Romeo SS. Fue un bonito día, me divertí mucho.

Weber, embelesado por Baker, lo muestra como un niño grande, incapaz de medir las consecuencias de sus actos.

Un bellísimo documental, fruto de su fascinación:

—“No sé qué es la belleza, sé qué es el respeto”.

Buenos días.

1 comment:

SUE said...

"O, mejor, vender el alma al mito para descubrir que despiertas con la persona."

Hoy has estado sembrado. Crónica impecable.

Lo siento, sigo espesa para expresarme. Un guiño de ojo para tí.

Y un bico