31.8.13

LA TENDENCIA HACIA EL EXCESO EN LA FOTOGRAFÍA DE CONCIERTOS


 

A menudo digo que hay dos tipos de fotógrafos de conciertos: los de gran angular y los de teleobjetivo.

Para los que no estén familiarizados con las ópticas, explicaré que los grandes angulares, y aun más los ojos de pez, que son angulares extremos, captan amplios espacios y los comprimen para que quepan en el encuadre. Por lo tanto, se producen distorsiones en la representación, como rectas que se tornan curvas o grandes diferencias de tamaño entre los elementos situados en primer plano y los más alejados de la cámara, que se empequeñecen. El resultado es exagerado, como si se viera la realidad a través de una esfera de cristal (de hecho los grandes angulares no son muy diferentes a esferas). La imagen resultante presenta un enorme espacio deformado en el que se ve todo el escenario y, a veces, hasta las luces colgadas a decenas de metros. Estamos ante el exceso, la espectacularización gratuita del evento mediante la deformación.

Quienes estén interesados en la fotografía de conciertos, habrán observado recientemente la repetición de este tipo de imágenes clónicas, como las realizadas tras el público en las que se aprecia, en primer término y a gran tamaño, las nucas de las espectadores y allá, en el fondo, apenas perceptibles, los artistas que, se supone, son el elemento noticioso. De hecho, he contemplado fotografías en las que es imposible detectar quién está sobre el escenario a menos que se indique en el pie de foto. Para mí, eso es la antifotografía. La fotografía debe ser autoexplicativa. Si necesita de un texto para saber qué es, no sirve. Pero muchos fotógrafos prefieren sucumbir a explicar qué está pasando a cambio de una aparente espectacularidad. El triunfo de la superficialidad sobre la esencia. En palabras de Cartier-Bresson, “gritan porque no tienen nada que explicar”.

Como podrán imaginarse, defiendo a la segunda clase de fotógrafos, aquellos que utilizan teleobjetivos (o, si el concierto es más pequeño, focales normales). Y, como es lógico, me cuento entre ellos. Para mi, la utilización de focales largas persigue capturar la esencia del gesto, del momento, de la interpretación, que identifica a ese músico y lo define, diferenciandolo del resto. Es una búsqueda de la esencia, es una persecución que a veces se torna infructuosa, mucho más difícil que el disparo con gran angular, porque el teleobjetivo obliga a seguir al intérprete constantemente para evitar que se salga de tu campo de visión. El resultado también es mucho menos inmediato y espectacular. No hay deformaciones evidentes del espacio, no se da esa amalgama superlativa de personas y luces. A cambio, puedes conseguir la esencia del músico, la verdad de su interpretación.

Por desgracia, y como iniciaba mi texto, parece que la tendencia general es a perderse en la espectacularidad, a aceptar la superficialidad y no la esencia, a buscar la repetición constante de la misma imagen, en la que lo único que cambia es el pie de foto. Esta tendencia no deja de ser consecuente con nuestro mundo, en el que, cuanto menos tenemos por decir, más gritamos.

2 comments:

Unknown said...

Hola Oscar, estoy de acuerdo contigo.
Yo procuro ir a los conciertos que me gustan a disfrutar de la música, aunque a veces me toca ir a trabajar (a hacer fotos). Me asombra que cada día hay más gente que ve los conciertos en directo a traves de la pantalla de su movil, mientras "hacen fotos o video", que imagino en su mayoria acabaran en la papalera, por lo que se quedan sin el concierto y sin las imagenes.
En fin...espero que disfruten.
Saludos

Alfredo Arias said...

Creo que el problema no es el objetivo sino la visión que se hace a través de él. Personalmente prefiero buscar una visión personal y tratar un angular como si ffuera con un 85mm. Son Gustos.

Eso sí el zoom es mucho más trabajoso para encontrar una imagen personal y válida (como la que ilustra el post. Pero los valientes escasean y aquí, como en todo, nos movemos por las modas.