22.10.09

VERGÜENZA Y OPROBIO



Hace tiempo fui el moderador de una mesa redonda sobre fotografía de conciertos. Y lamenté mucho desempeñar ese papel porque, en aras de la ecuanimidad, me impedía expresar mis opiniones, extrapolables al mundo de la fotografía en general.

Lo que callé, pensaba y pienso cada vez con más fuerza es que la decadencia de la fotografía no está causada, como se afirma normalmente, por la eclosión de la fotografía digital. En absoluto. La fotografía digital es un proceso, como la analógica, y tiene sus ventajas, la inmediatez entre ellas. Es sólo un modo diferente de captar la imagen. Nada más. Pero tras la cámara, sea digital o analógica, sigue encontrándose el ojo del fotógrafo. O debería, porque, tal y como apuntaba el director del salón Visa pour l’Image, Jean Leroy, “cada vez hay más personas que toman fotografías y menos fotógrafos”. Pero la popularización, la democratización, no es el problema. Además, esa nueva democratización de la fotografía digital es un mito. La fotografía ya era democrática desde la aparición de la Instamatic, por lo menos.

¿Cuál es entonces el pecado de la fotografía actual para que las condiciones de trabajo de los fotógrafos —y su consideración social— estén en su peor momento desde la aparición de este arte?

En pocas palabras, la falta de exigencia en la selección por parte de los medios de comunicación.

¡Cuántos medios no disponen de editores gráficos suficientemente preparados —si es que esa figura existe en su organigrama—! Si la persona encargada de realizar la criba entre lo aceptable y lo inaceptable, en cuanto a calidad del trabajo, no existe o no tiene la capacitación profesional suficiente, ¿cómo se le va a dar valor al trabajo del fotógrafo si no puede discriminar, si todo vale? Además, en algunos medios, para ahorrar costes, el editor gráfico es, a su vez, fotógrafo. ¿Va a mirar con malos ojos su propio trabajo? La ingenuidad ya pasó hace mucho tiempo.

Una prueba palpable, palmaria y sangrante.

Ayer, el diario La Gaceta, antes el económico Gaceta de los Negocios, presentaba su nueva etapa como diario generalista. Cuando se presenta un nuevo medio, como indican todos los manuales de periodismo, es de recibo publicar un scoop, una exclusiva que llame la atención, para diferenciarse de la competencia ya asentada. Se tienen que realizar con el mayor mimo para demostrar de lo que se es capaz.

Entre otros temas “exclusivos”, la Gaceta (como corresponde por proximidad ideológica) entrevistaba ayer al líder de la oposición, Mariano Rajoy. Adjunto la página de apertura de la entrevista escaneada en este enlace, que incluye una fotografía firmada por Eduardo Méndez.

¿Se han fijado en la nariz? Aquí tienen el link a la foto, para que la puedan observar con mayor detalle.

No, no es una tirita, es un rayo de luz que incide en la pituitaria del líder derechista y que ha quemado los correspondientes píxeles del sensor de la cámara. Un error de principiante, vamos. Todos podemos equivocarnos, pero hay varias preguntas que cobran cuerpo:

¿No se ha dado cuenta el fotógrafo mientras tomaba la imagen?

Evidentemente, no.

¿No se ha dado cuenta cuando ha descargado la imagen?

Puede ser que no, o que no tenga ninguna imagen “mejor” para substituirla. En cualquiera de los dos casos, queda en entredicho su profesionalidad, entendida como capacitación técnica para realizar ese trabajo.

¿Cómo es que esa imagen ha pasado la criba del editor gráfico o figura similar dentro del medio?

Y aquí está la sorpresa. O no. ¿Quién es el redactor jefe de fotografía de la Gaceta? Un tal Eduardo Méndez.

Lo dicho. Vergüenza y oprobio.

La imagen de cabecera de mi entrada de hoy es la portada de una revista de música con uno de sus protagonistas quemado por el cigarrillo de alguien a quien no le deben de caer muy en gracia los Green Day, cosa lógica, por otro lado. Parece ser que su cantante no es el único con las cuencas de los ojos vacías.

Buenos días.

2 comments:

Paco Elvira said...
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Paco Elvira said...

Totalmente de acuerdo contigo Oscar. Es una verguenza y una prueba de la falta de exigencia y del todo vale.