24.7.09

PULSIÓN ANIMAL


Les presento a Néstor y a Pocho.

Néstor es el gato atigrado que sujeta e intenta penetrar a Pocho mientras me mira retador. Ambos son machos, ambos castrados. Doy fe de que Néstor estaba excitado, de que sus evoluciones no pertenecían al ámbito de la camaradería sino a una pulsión mucho más fuerte.

La pequeña escena que se representó ayer por la mañana en el dormitorio me da pie a varias reflexiones:

1. La homosexualidad no se circunscribe a la especie humana. Eso ya lo sabía por estudios publicados, pero he tenido constancia de primera mano. Si ocurre entre mamíferos, es porque es natural (en su acepción más inmediata, propio de la naturaleza).

2. La homosexualidad puede ser innata o sustitutiva. Antes de castrarlos, ambos gatos intentaron penetrar al otro. O en mi entorno la ley de las probabilidades no se cumple, por lo que debería ir corriendo a jugar a la ruleta ahora mismo, o ambos gatos han pretendido satisfacerse con un congénere del mismo sexo, a falta de hembras de su especie. No deja de ser el mismo mecanismo de los perros con los brazos o las piernas de sus amos, por ejemplo.

La revelación que considero más importante:

3. El cerebro es el órgano sexual por excelencia. Si ambos están castrados pero siguen conservando alguno de sus impulsos es porque el cerebro se lo indica. Llevando esta conclusión al extremo, me pregunto hasta qué punto decisiones como la castración de violadores pueden conseguir su propósito.

Y una pequeña maldad de las que me gustan:

4. Si la homosexualidad es una tendencia natural que se da no sólo en seres humanos sino en otros animales, y si consideramos que el creador de nuestro mundo es un dios —yo no lo creo, por supuesto—, este dios que supuestamente nos ha creado aboga por la homosexualidad urbi et orbe. Qué maravillosa lección para nuestra curia romana.

Buen fin de semana.

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