7.7.09

MISHIMA. Y VAN DOS


Ayer por la noche volví a los Verdi, volví a Mishima. Reconozco que a veces soy compulsivo, pero, en este caso, lo creo justificado. No se puede despreciar la contemplación de una gran película en una cartelera cercana al yermo. “Mishima, una vida en cuatro capítulos” es cine, un ejemplar de esa especie a punto de extinguirse en manos de las pantallas de plasma y los magazines de cotilleos.

El segundo —y más atento— visionado me permitió descubrir que, como los grandes, Paul Schrader filma una y otra vez la misma película. Plasma en celuloide obsesiones repetidas. Los protagonistas de sus películas son seres torturados, inadaptados y que huyen de una sociedad de la que no se sienten partícipes con medidas desesperadas que incluyen la autoinmolación. En poco se diferencia Yukio Mishima del Wade Whitehouse de “The Affliction” —escrita y dirigida por Schrader— o del Travis Bickle de “Taxi Driver” —el guión es suyo—.

La película disecciona psicológicamente al autor japonés de forma caleidoscópica y a través de la escenificación de fragmentos de sus obras que demuestran hasta qué punto eran autobiográficas e, incluso, premonitorias. Mishima: actor, máscara, celebridad, solitario, reaccionario, homosexual, ambicioso, egomaníaco, autor. Todas estas dimensiones de su personalidad aparecen en un guión perfecto, milimétrico, en el que frases que son aparentes boutades cobran sentido pocos minutos después.

Comenté en mi anterior entrada que la persona Mishima me parece patética. Y sigo opinando igual. Pero Schrader intenta comprender y explicar sus motivaciones, no ridiculizarlo. El patetismo de un hombre. Esta frase podría definir también la mayoría de las películas del guionista y director.

No quiero alargarme más porque ésta es una película para sentir, más que para ser explicada Sólo les diré que, aparte de ese guión magnífico, cuenta con una cinematografía y una escenografía modélicas y la interpretación de Ken Ogata es arrebatadora. Aprovecho para rendirle homenaje. Murió hace menos de un año. El reestreno de la película, 24 años después, lo trae de nuevo a la vida. Y hace cierta una de las reflexiones de Mishima, en la que afirma que si lo que hacemos es bello, nosotros somos bellos.

Les dejo otro de los temas de Phillip Glass que conforman la banda sonora de la película. Schrader tiene un gusto exquisito a la hora de seleccionar la música que acompaña sus imágenes.



La fotografia de Mishima como San Sebastián, realizada ayer durante la proyección. Me gusta robar fotogramas de las películas. Es como subrayar frases en los libros.

Buenos días.

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