4.3.09

LA IRRACIONALIDAD DE LAS SESIONES


Una sesión de fotos es desquiciada, desproporcionada. Los preparativos que se deben llevar a cabo, los trastos que hay que acarrear, el tiempo que se dedica con anticipación… todo eso se evapora en breves instantes, el tiempo de captar la acumulación de todos esos esfuerzos, el imperceptible lapso de un click. Y la atención de todos se focaliza en ese fugaz instante. No es de extrañar que sea esta profesión terreno abonado al consumo de substancias que aceleren la actividad psicomotora. Hay mucha energía que quemar, muchos nervios que controlar, muchos detalles que pueden no funcionar en un momento en que quizás ya es tarde para encontrar alternativas.

Mientras el fotógrafo dirige y selecciona los puntos de vista, todas las personas que han colaborado en la creación del escenario observan. Su misión es detectar cualquiera de estos elementos que resten en el conjunto. En la fotografía, Mery, tras haber maquillado, observa atentamente la escena para ver si un pelo o un detalle interfieren en su trabajo.

Y, finalmente, parte de esa irracionalidad de la que hablaba se da una vez acabada la sesión. La satisfacción que se siente al haber puesto un grano de arena en el resultado final es, también, totalmente ilógica. Se entra, de lleno, en el terreno de los sentimientos, de la afectividad. Trabajo extremo éste, oigan. Trabajo apasionante.

Buenos días.

2 comments:

ichundelaine said...

Pero, ¿y lo bien que nos lo pasamos?
Eso es algo que la gente no imagina, pero que intuye y envidia en realidad: nna profesión que exige una fantasía eterna y juguetes para hacerla realidad...una profesión que no es más que la prolongación técnica de nuestra infancia. Somos afortunados, aunque nos quejemos de vicio.


Un abrazo.
Joho

Óscar García said...

Qué bello eso que has escrito.