11.8.11

¿CÁMARA O FOTÓGRAFO?


No nos engañemos. Lo único que importa es el resultado final. Cuando alguien mira una fotografía, no tendría que preguntar con qué cámara se ha tomado, sino plantearse cuáles han sido las decisiones del fotógrafo (encuadre, punto de vista, instante). Son éstas las que definen una buena o mala imagen y son mucho más importantes que el equipo utilizado para ellas.

Pero los fabricantes, listos como son, nos hacen creer que con la cámara X serás todo un profesional. Bueno, profesional lo es (o no) uno mismo en función de la integridad con la que trabaja y del conocimiento que tiene de las herramientas que utiliza. Conozco grandes fotógrafos que utilizan cámaras y objetivos considerados de gama baja y consiguen imágenes espectaculares. También sé de mediocres que persiguen el reconocimiento por la cámara que llevan colgando del cuello más que por las imágenes que extraen de su uso. Mi aspiración es que, sea cual sea la cámara que utilice (incluso un móvil) alguien pueda reconocer una imagen como mía. Para bien o para mal.

Utilizo diferentes cámaras en función de la situación a fotografiar, de la oportunidad y, también, de mi estado anímico. Porque, aunque como he dicho antes, lo importante es el resultado, también puedo encontrar un enorme disfrute en el proceso de conseguir la imagen con alguna de las cámaras que utilizo. Normalmente, aquellas que son consideradas ahora como obsoletas, reliquias del pasado. El proceso de captar imágenes con máquinas como la Minolta Autocord, la Hasselblad 500C, la Olympus OM3ti o la Leica M3 depara emociones que no se logran con ninguna de las maravillas digitales que se comercializan actualmente. Bueno, no seré tan categórico. Todavía no he probado la Fujifilm X100, una digital que pretende emular todo lo bueno que tenía el proceso de fotografiar con máquinas como las que he citado antes.

Reconozco pues, el pequeño placer culpable del disfrute en el proceso. Pero me refiero a sensaciones. Algo fútil y prescindible. Lo único que cuenta, al final, es la imagen en sí. Y las decisiones que te han llevado a conseguirla.

18.5.11

AFTERHOURS


Acaba el concierto. Son las 2 de la madrugada. La inmensa mayoría de los grupos recogerían los instrumentos (o dejarían a su equipo que lo haga si tienen una cierta fama) e iniciarían la noche. Pero si la música no es un medio —de reconocimiento, de alimento del ego— sino un fin, pueden pasar cosas como la que ilustra la fotografía. Acaba el concierto y no puedes dejar de jugar con los instrumentos porque la música te llama.

Mientras recogía la cámara, levanté la vista y me encontré con Mariano Camarasa y Raúl del Moral tocando el piano a cuatro manos. Desenfundé antes de que acabase la improvisada complicidad y conseguí, casi en total oscuridad, una pequeña imagen que para mi define lo que mueve a un músico. Una pulsión, una necesidad de comunicarse a través de notas, acordes, ritmos y silencios.

Queda en mi retina y en la conjunción de unos y ceros del archivo digital el recuerdo de un breve momento de magia.

17.5.11

BESTIA PARDA


Pero pardísima, oigan. Ches Smith, integrante de Mar Ribot’s Ceramic Dog. Eso es un batería.

Si no me creen, vayan aquí.

Y vean, vean.

Buenos días.