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| Dos páginas del número especial de Rockdelux |
Seguro que, como todos
los especiales que han publicado, el número 300 de la revista Rockdelux
generará controversia. Los detractores afirmarán que es una forma rápida de
llenar el espacio y que no tiene la profundidad de los anteriores monográficos.
Por el contrario, los defensores —entre los que me cuento, claro— razonarán que
es una forma diferente de contar qué ha sido la música popular desde el año
1984. Que retorna a la música su componente visual, indisociable, para mí, del
universo pop.
Doy fe de que la
gestación del número no ha sido en absoluto ni fácil ni rápida. Que el trabajo
de edición, de selección y compaginación ha tenido bien ocupada a la redacción,
así que la argumentación crítica queda desactivada, al menos en su primera
asunción.
El número ofrece 373 fotografías
realizadas por el equipo de la revista durante los últimos 27 años. Es decir,
estamos ante un catálogo de imágenes propias, tomadas por y para la revista. Y ello, en
momentos de repetición de comunicados e imágenes promocionales, es un valor
añadido a tener muy en cuenta. Porque es la visión de la revista y de sus
fotógrafos, no la de
los equipos de promoción de los artistas. Porque tendrá todos los defectos que
se quiera, pero es una visión propia y única, diferente.
El monográfico anima a jugar,
a desplazarse por las páginas. Junto a las fotografías, sólo el nombre del
artista y el año. Para conseguir más información, hay que dirigirse al índice
del final, que acredita al fotógrafo y ofrece el contexto en breves párrafos
que, sin embargo, son bastante más ilustrativos que el tradicional pie de foto.
Me queda por analizar la
segunda argumentación crítica, aquella que afirmaba que un número compuesto por
imágenes no ofrece la profundidad del texto. Bien, todo depende del valor que
se le dé a la imagen. Ya
sabemos que algunos afirman que la superabundancia de éstas ha reducido su
importancia. Actualmente tampoco se le da mucho valor a la palabra escrita, así
que, en esto, no hay excesivas diferencias. Por mi parte, he de decir que, tras
ojearlo, auguro muchas horas de visionado de imágenes y de lectura de sus
textos. De profundización entre sus páginas.
Así, que, por lo menos en mi caso, esta crítica tampoco se aguanta. Es un
especial para atesorar y consultar, al igual que los anteriores monográficos que
han editado.
La historia que muestra es, en parte, mi historia. Pasando
las páginas me reencuentro con imágenes, con momentos que, contemplados a través
del visor, han marcado mi vida en los últimos lustros. Algunas fotografías que,
desde la distancia que da el tiempo, siguen emocionándome y me ofrecen la mayor
de las recompensas. Me refiero a la que me llegó de manos de un amigo, que me
enseño un twitter en el que un lector decía haberse emocionado con las imágenes
de dos grandes que ya no están, Enrique Morente y Vic Chesnutt. Espero que la
mirada limpia y confiada que logramos entablar tenga algo que ver.