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1.4.09

LOS PELIGROS DE LA LLUVIA / EL DESTRIPADOR


Día de lluvia. Dejo mi querida moto aparcada y me encamino hacia el metro. Craso error. La estación colapsada cuando arriba el convoy. Noto cómo me llevan en volandas al entrar en el vagón y mi sexto sentido se despierta. Mano en el bolsillo trasero, mi cartera no está. Miro en derredor. Caras cenicientas a la luz de los neones, con los ojos apagados. Todos, excepto uno, que me observa. Su mirada le delata. No está embebido en sus pensamientos, aunque lo intente aparentar. Su mirada y sus manos, bajo un diario para ocultar su botín. Todo o nada.

—Dame mi cartera.
—¿Cóooomo?

Su aparente aturdimiento es eso, aparente. Las dudas se han evaporado. Tiene mi cartera y la voy a recuperar.

—Dame mi cartera, te he visto.

Esto es absolutamente falso, pero no albergo dudas. Le miro fijamente. Meritxell, que me conoce mucho, dice que mi mirada aparenta rabia y violencia mucho más de lo que yo pueda llegar a imaginar. Aprovecho esa ventaja y, mientras mantenemos nuestras miradas durante un segundo que parece eterno, mi mano también se desliza bajo su diario. Al tacto reconozco el abultado perfil de mi cartera. La agarro firmemente y tiro de ella. Sigo mirándole con todo el odio del que soy capaz. Noto como titubea, “he vencido”, pienso. Suena la alarma, las puertas se cerrarán. “Suelta la cartera, suéltala”. Mi mente calibra opciones y riesgos. Y él abre la mano. E intenta salir del vagón. Las puertas se cierran y le aprisionan durante un segundo. Se zafa y huye hacia otro destino, hacia otra cartera.

Mientras el tren arranca, miro el interior. No ha tenido tiempo de robar nada. Una mujer aprovecha el incidente para culpar al Gobierno. Me apoyo en una de las barandillas y respiro aliviado. El día ha comenzado movido.

La noche de ayer también lo fue. Me atrapó el breve “El destripador”, de Robert Desnos, del que ya les había hablado. Y me lo leí entero. Ahora, un extracto. Si están desayunando, mejor no sigan:

La mujer atravesaba el patio con paso rápido. De repente, Jack se yergue ante ella. La mujer no es una borracha y, sin embargo, no tiene tiempo de defenderse. Dos manos nerviosas la han cogido por la garganta. Se ahoga. Se le congestiona la cara y se hincha. La lengua inflada se le pega a los dientes, apretados por el terror. La mujer dobla las rodillas, luego se cae hacia atrás, con las piernas levantas, casi muerta y desvanecida.

El Destripador blande su largo y robusto cuchillo y, de un solo golpe, la degüella con tanta violencia que la cabeza se queda prácticamente colgando. Luego se ensaña... Destripa a su víctima, la mutila horriblemente y disimula ese siniestro trofeo bajo su capa: ¡se lo llevará!
Anuda alrededor de la garganta sangrante un pañuelo, como para impedir que la cabeza se separe. Coge las manos y, con furor, arranca tres anillos de cuero de pacotilla. ¿Para qué secreta evocación los reserva?

Y después, para acabar su espantosa faena, hunde las manos en el vientre rajado, abierto desde el estómago hasta el nacimiento de los muslos, retira el bazo y saca los intestinos...

Con su paso indolente, se va. En los primeros resplandores del alba, la desgraciada se queda tendida en la roja vendimia de su sangre, que ha salpicado las paredes, por donde gotea viscosamente siguiendo el contorno de las piedras y las siluetea así de escarlata
”.

Robert Desnos, El destripador (Errata Naturae, 2008)

La fascinación por la muerte, por lo prohibido, por el crimen. Muy surrealista, como Desnos, muy humano, por otra parte. Si no, ¿estaríamos hablando a estas alturas de un asesino del siglo XIX?

Les dejo con Evangelista, el proyecto musical de Carla Bozulich. Doce minutos de ponzoñosas letanías para desnudar nuestro lado oscuro, apropiadas para el día, para Jack y para mi estado de ánimo. Aguanten hasta el final, cuando dice aquello de que el amor es lo único que nos queda. Vale la pena.

En la fotografía, Meritxell durante el sábado, cuando el gris comenzó a invadir la ciudad. Todavía no la ha dejado.

Buenos días.

26.3.09

BARCELONETA / EL DESTRIPADOR


Una de las recompensas de asistir a la presentación del nuevo libro de Cristina Fallarás fue la posibilidad de perderse por la Barceloneta durante el mediodía. Este barrio es una pequeña península urbana que se adentra en el mar, una retícula de calles que limitan bloques de pisos de estrechez casi imposible. La Barceloneta, asentada sobre la pequeña isla de Maians, es, en su personalidad, una isla, alejada de la metrópolis ultramoderna y superficial que la desprecia.

Pasear por sus calles es volver al pasado. Curioso ver cómo conviven diferentes tiempos en el mismo espacio. Entrar en uno de los bares populares para degustar tapas marinas te hace sentir como un explorador. Hay que volver más y aspirar el olor a salitre, fritura y humanidad. A verdad.

Ayer llegó a mis manos “El destripador”, de Robert Desnos, que encargué siguiendo los sabios consejos de /therockcat.

El breve y bellísimo libro, con ilustraciones de línea clara realizadas por David Sánchez, recopila una serie de artículos del poeta y periodista francés, integrante del grupo surrealista, en las que narra los asesinatos del famoso Jack. Más información aquí

La edición de la pequeña editorial Errata Naturae, es, por si misma, una obra de arte. Y me retrae a mi entrada sobre la importancia del envoltorio. Ya les contaré qué tal los artículos.

La vida de Desnos es uno de los ejemplos de íntimas tragedias que caracterizaron el siglo XX. Tras alistarse en el ejército francés durante la II Guerra Mundial, regresó a la París ocupada por los nazis y se dedicó a atacarlos mediante la palabra, publicando opúsculos bajos diversos pseudónimos. Una vez descubierto, fue enviado a varios campos de concentración. Desnos falleció tras su liberación por el ejército ruso, en junio de 1945, de enfermedad y agotamiento físico. En su honor reproduzco uno de sus poemas.

TANTO SOÑÉ CONTIGO

Tanto soñé contigo que pierdes tu realidad.
¿Todavía hay tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar
sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero?
Tanto soñé contigo que mis brazos habituados a cruzarse sobre
mi pecho cuando abrazan tu sombra, quizá ya no podrían
adaptarse al contorno de tu cuerpo.
Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona y
me gobierna desde hace días y años,
seguramente me transformaré en sombra.
Oh, balances sentimentales.
Tanto soñé contigo que seguramente ya no podré despertar.
Duermo de pie, con mi cuerpo que se ofrece a todas las
apariencias de la vida y del amor y tú, la única que cuenta
ahora para mí, más difícil me resultará tocar tu frente
y tus labios que los primeros labios y la primera frente
que encuentre.
Tanto soñé contigo, tanto caminé, hablé, me tendí al lado de
tu fantasma que ya no me resta sino ser fantasma entre
los fantasmas, y cien veces más sombra que la sombra que
siempre pasea alegremente por el cuadrante solar de tu vida.


La voz de Desnos, arrebatada de pasión, nos susurra ahora, en 2009, desde las sombras.

Buenos días.