1.9.11

“Quiero hacer un periodismo alternativo financiado por el periodismo que tiene demanda”


Entrevista a Ricardo García Vilanova, fotógrafo

Lo que sigue es la versión en castellano de la entrevista que he publicado en el blog de la comisión de periodistas gráficos del Col·legi de Periodistes de Catalunya. Espero que os resulte de interés.

Esta entrevista inicia una serie dedicada a fotógrafos de diferentes especialidades y quiere mostrar, mediante sus puntos de vista y experiencias, la situación de la fotografía en la actualidad y cómo la viven ellos, día a día.

Aunque el encuentro con Ricardo García Vilanova tuvo lugar hace unos ocho meses, diversos hechos han ido aplazando la publicación de la entrevista hasta hoy. De todos modos, revisando las respuestas, mantienen toda su actualidad, con lo que se justifica su publicación.

Más que una entrevista, el encuentro fue un agradable intercambio de impresiones en mesa redonda con algunos de sus amigos fotógrafos como Nati Martínez, Samuel Rodríguez y Marc Javierre, que enriquecieron el debate. A todos ellos, mi agradecimiento. Las aclaraciones entre paréntesis son mías.

Ricardo García Vilanova ha publicado en incontables cabeceras de referencia como Life, Time, Newsweek, The New York Times, The Washington Post, Le Monde, The Times, El País, La Vanguardia, entre muchas. También ha recibido distinciones y premios por su obra, expuesta en Nueva York, Washington, Paris o Londres.

Fotógrafo de guerra, actualmente está en Libia cubriendo la revuelta contra Gadaffi, En su página web http://www.ricardogarciavilanova.com, podéis seguir sus trabajos más actuales así como una recopilación de sus reportajes.

¿Cómo se llega a ser fotógrafo de guerra?

Básicamente, comencé a estudiar fotografía en la UPC, tras lo que dejé el fotoperiodismo un cierto tiempo, pero volví al sentir que quería realizar este trabajo, que es lo que me interesa. Decidí ir a Haití. Tuve que preguntarme “qué hago y cómo lo hago”. En aquel momento no trabajaba para nadie y no disponía de medios, así que cogí mi cámara, el dinero que tenía y contacté con diversas ONG para gestionar este tipo de trabajo a cambio de que me facilitaran los aspectos logísticos.

Fue una progresión natural porque cada vez me interesaba más el tema e iba superando niveles. Puedes comenzar en un campo de refugiados, que es el primer nivel; a continuación, seguir en una zona de conflicto, que es el nivel dos; y puedes trabajar en una zona de guerra, que es el nivel tres. Ninguna de estas situaciones es mejor o peor, simplemente depende si evolucionas o no. En este sentido, llegué al último nivel, que es la zona de guerra, porque me interesaban sobre todo las historias de las víctimas, las historias de la gente. Cuando llegué a Afganistán por primera vez, fue como freelance, combiné mi trabajo con encargos para la Cruz Roja y un empotramiento (es lo que se conoce por embedded journalism, es decir, periodistas que acompañan a unidades militares). Hice llegar este trabajo a un editor de Newsweek y, a partir de entonces, me consiguió más trabajos para el Wall Street Journal, y así hasta ahora.

¿Desde el principio intentaste contactar con medios extranjeros? ¿Por qué? ¿Veías que los medios de aquí no ofrecían salida?

Sí, ya estaba harto de trabajar aquí y ver que no funcionaba. En Catalunya o España es muy difícil entrar y conseguirlo. Es más fácil irte y probar fuera; bueno, ahora no tanto porque está el problema añadido de la crisis, pero, en su momento, hace dos o tres años, era mucho más fácil entrar a trabajar en medios de otros países. Toda la gente que tiene proyección, toda la gente que trabaja fuera, lo hace en medios americanos.

¿Cuál es tu motivación para cubrir zonas de guerra?

Me interesa mucho dar voz, mostrar, denunciar. Quiero que mi trabajo tenga una finalidad. Aquí vivimos en una especie de burbuja y no somos conscientes de qué pasa fuera. Evidentemente, todos tenemos nuestros problemas diarios, pero no estaría mal que tomáramos consciencia de las otras realidades.

Entonces debe de enfadarte ver que cada vez se limita más la posibilidad de dar voz a esta gente.

Sí, por ello estoy realizando un proyecto personal desde hace dos años. Creo que he de navegar entre las dos opciones, el trabajo y mi proyecto. Sé que no puedo publicar aquello que me interesa porque los medios no lo harán, o lo publicarán cada dos meses, y las otras fotografías son las que tienen demanda. Mi idea es realizar un periodismo alternativo financiado por el periodismo que tiene demanda.

En los últimos años, en el festival Visa pour la Image he visto que se acostumbra a dar voz a quien ya la tiene. Me refiero, por ejemplo, a los militares.

Esto pasa debido a cuestiones económicas. Vas a Somalia a realizar un reportaje y ello significa 600 dólares diarios de gastos fijos y, además, el transporte. Ahora súmale el hotel, gastos de avión...

Se ha acabado la imagen del fotoperiodista que iba con la mochila y poco dinero.

Sí. O buscas fuentes de financiación alternativas o es imposible. Otro problema que afecta a la viabilidad de la profesión es la socialización de la fotografía. Antes, un fotógrafo era una persona que tenía una cámara, unos conocimientos y, evidentemente, no podía acceder todo el mundo. El gran problema que tiene la fotografía ahora es que todo el mundo tiene acceso a un móvil o a una cámara. Y la crisis que hay, evidentemente.

¿Y no crees que quizás el problema no es tanto la socialización de la fotografía como que las personas que han de realizar la selección muchas veces o no existen, o no tienen la formación, o el criterio del medio es económico?

Totalmente de acuerdo. En muchos casos, el criterio es económico. El editor de un medio, ¿qué hará? ¿Enviará a un fotógrafo a Somalia, pagándole 10.000 dólares, o utilizará a un autóctono a quien le pagará 50 euros por la foto? Evidentemente, elegirá la segunda opción, respetará el criterio económico del diario.

Es tus fotos se evidencia una preocupación estética. Tienes un estilo propio muy reconocible en la manera de componer, utilizando reflejos, la superposición de planos, objetos que cortan la imagen en primer plano, personas reencuadradas con elementos del mobiliario.

Pero no es intencional, es así cómo me sale. Hay muchas fotografías diariamente. Si tienes mil fotografías, ¿qué hace que te decantes por una? Pues que ofrezca un contexto de información, que aporte un mensaje, evidentemente, pero que sea diferente a las otras por su composición. Si todas las fotografías fueran iguales, todos los fotógrafos lo seríamos y pienso que, como un pintor, un escultor, un escritor, un periodista, cada uno tiene su estilo, que le aporta la diferenciación.

Hay un esfuerzo en la composición.

Sí, pero no es premeditado. No pienso “haré la foto así”, me sale así.

(Interviene Samuel Rodríguez) “Tienes un estilo marcado que es único, que se identifica y que es el más difícil de conseguir para un fotógrafo que se dedique al reportaje de acción. Es muy complicado crear una imagen de autor en un momento así

Sí, pero ello no quiere decir que tenga más valor. Simplemente, es lo que hago. Pero otros te dirán que no, que esta intención estética no aporta un valor mayor, porque otros propugnan lo contrario, que la fotografía ha de ser plana, aséptica, porque, si no, el mensaje queda involucrado, ¿sabes? Son dos visiones sobre la fotografía. En mi caso, creo que la mía está influida por la pintura.

Los colores son muy importantes...

Sí, aunque no retoco mucho las fotografías. Algunos fotógrafos toman fotografías “normales” y, para conseguir que la foto destaque, comienzan a aplicar máscaras alrededor, oscurecen todo y superponen un punto de luz en el ojo. Ostras, eso no es la realidad de lo que está pasando. Puedes retocar una foto hasta cierto punto, lo que no puedes hacer es falsear, pero, claro, ¿dónde está el límite? Todas esas alteraciones las puedes hacer si se trata de fotografía artística, entonces es lícito, pero si es periodismo… El criterio es muy subjetivo, ¿quién marca qué es correcto y qué no? Personalmente, no me interesa este tipo de imágenes porque desvirtúa la realidad y lo que es importante es intervenir lo menos posible. Tampoco reencuadro nunca las imágenes. Cuando tomo la imagen, ya la tengo encuadrada. Si no es el encuadre adecuado, lo dejo estar.

Así que si no has visto la imagen cuando la estabas haciendo, no mereces esa foto.

Exacto. Totalmente. Si no la has visto, la foto no existe. Prefiero perderla que reencuadrar una imagen. No es lícito. Si no tienes la imagen, no la tienes y punto. Pienso que este criterio se está perdiendo y para mi es muy importante. La fotografía la debes tener al momento. Me acuerdo de aquél fotógrafo del Word Press del año pasado que presentó el primer plano de una mano cuando la foto original era de dos jugadores de fútbol y, además, clonó una parte de la imagen para deshacerse de los elementos que le molestaban.

¿Cómo ves la fotografía desde el punto de vista del mercado?

Cada vez peor. Plantearte ahora trabajar aquí, en Catalunya o en España, es inviable para alguien que comienza, a menos que te vayas a otro país como stringer (freelance para agencias de noticias) o como medio corresponsal sin estar dado de alta, y que puedas enviar imágenes de las zonas a las que no pueden llegar las grandes agencias, porque si tienen una agencia que cubre la zona en la que estás trabajando, ya no te sirve de nada. Por ejemplo, en Haití, muchos diarios publicaban imágenes de agencias. Yo trabajaba para La Vanguardia, con Fèlix Flores, que era el corresponsal y, aun así, un par de días utilizaron imágenes de agencia. Pues ahora imagínate los diarios que no tienen ni fotógrafo allá. Está muy mal.

Desde una perspectiva crítica, el dominio de la información por parte de las agencias también puede ser una forma de controlar la información que se publica.

Por descontado. Me acuerdo que hace poco vi una fotografía de Getty o AP o AFP, no recuerdo la agencia, que habían publicado porque el editor no la había revisado y que, después de dos días, la habían censurado porque –creo que era en Haití– aparecía una mujer medio desnuda, aunque no se podía identificar la cara y no era una fotografía ofensiva. Está llegando a un punto en el que sí que se da este nivel de restricción en la información.

¿Tendréis que compatibilizar cada vez más el vídeo con la fotografía?

Sí. Ahora existe un dispositivo muy curioso que es un disco duro que se sitúa sobre la cámara, en la zapata del flash, que incorpora una pequeña cámara con una focal equivalente a un 35 o un 24, que graba vídeo de alta resolución directamente en el disco duro. De esta manera no tienes que decidir si haces vídeo o fotografía, puedes hacer las dos cosas al mismo tiempo y, además, no es necesario enviar a dos personas para que lo cubran todo. Con las cámaras actuales no puedes estar haciendo fotos y vídeos al mismo tiempo. No podría fotografiar mirando por la pantalla, así que una solución pude ser esta, que sería una manera de mostrar cómo se toman las fotografías. No tiene un precio muy elevado, creo que unos 300 dólares o así. Es una actualización del dispositivo que utilizó James Nachtwey y que se ve en su documental (“War photographer”, una película de Christian Frei realizada el año 2001).

Respecto a tus estancias, ¿de cuánto tiempo estamos hablando?

Un mes, un mes y medio… Intento, como mínimo, poder realizar el empotramiento durante 15 ó 20 días y, después, disponer de 15 ó 20 días para mi proyecto personal.

Ahora, en muchos países no es posible hacer nada si no estás empotrado, ¿no?

No. Siempre es posible. Con dinero, siempre. El gran problema es el dinero. En Afganistán utilizo el dinero para gestionar mi proyecto después. Si tuviera que ir allá a hacer mi proyecto, ¿quién me lo financia? Como no sea una beca de estas americanas o una ONG o alguien que disponga del dinero para aportar porque crea en este proyecto, no hay nadie que lo haga. Es muy difícil encontrar fuentes de financiación externas a los medios.

¿Los fotoperiodistas sois ahora como los alpinistas en el Everest? ¿Los lugares de conflicto están masificados?

Va en función del riesgo de la zona. Cuanto más alto sea el riesgo, menos masificado. Ve a Somalia y no hay nadie, sólo autóctonos.

¿Se puede combinar una vida personal con este trabajo?

No te vas por mucho tiempo y las nuevas tecnologías te permiten estar en contacto, ahora puedes hablar desde casi cualquier lugar. Me acuerdo de hace unos años, cuando una llamada telefónica me costó 70.000 pesetas, ahora se ha abaratado mucho. Compaginarlo también depende de la comprensión de tu pareja. Si está de acuerdo y cree en lo que haces, es un gran estímulo para ti, aunque reconozco que es difícil, no todo el mundo lo acepta o lo aguanta. La persona que se queda lo vive de forma muy diferente a quien se va porque está en otro entorno.

¿Qué le dirías a quien quiera dedicarse al fotoperiodismo?

Todo es una cuestión de qué quieres sacrificar, cuánto tiempo y adónde quieres llegar. Básicamente has de responder a estas tres preguntas. A continuación, has de hacerte el planteamiento en función de tus respuestas. Para comenzar, puedes contactar alguna ONG, explicando que te gustaría hacer un reportaje. Es una buena forma de iniciarse. Necesitas dinero, siempre. Tienes que invertirlo. Los diarios o las revistas no están esperando a que te intereses por un tema, sólo eres un número más. Como tú hay 10.000. Eres tú quien tiene que hacer el trabajo, mostrarlo.

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