6.10.09

BÉLMEZ: ENCAJADOS


La fotografía es una ilusión de tridimensionalidad. La conversión de tres planos a dos obliga a nuestro cerebro a interpretar esa profundidad que no se da ni en la película ni en el sensor. Ser consciente de ese lienzo en el que pintamos con luz es muy interesante a nivel compositivo. Y modificarlo con otros encuadres dentro del propio fotograma es un truco casi tan anciano como la fotografía.

En este caso, los Bélmez, encajados en el recodo de un pasillo. La esquina me permite esconder parcialmente a Jose Roselló (de perfil) y dirigir la mirada del espectador —o al menos, intentarlo, mediante la pared en diagonal— a la derecha del encuadre. El límite de la valla, siguiendo la arista de la derecha, cierra la composición y los limita todavía más.

Lo divertido del caso es que no tenía esa localización fijada de antemano. O, para ser exactos, no tenía ese encuadre en mi cabeza hasta que llegamos al sitio y lo vi. Fue en ese momento, mientras los colocaba para la foto, cuando todo cobró sentido.

Me encanta el jazz. Su colisión entre estructura e improvisación es lo que le da toda su frescura y emoción. Claro que los intérpretes de jazz suelen estar en la cuerda floja, más que los de rock. Llámenlo inconsciencia, pero esas cosquillas en el estómago son tremendamente adictivas.

Buenos días.

1 comment:

SUE said...

Joer, Óscar, no sé cómo lo haces pero consigues dar en el blanco, en el punto justo...

Qué decir de las cosquillas en el estómago. Una sensación que a nivel personal y según el caso, odio y adoro a partes iguales.

Todos estamos siempre un poco en equilibrio...con ganas de saltar muchas veces...

Que pena no poder irme con los Maryland a Barna y tomarnos una cañita!

Ya sabes. Biquiños.