En la imagen de hoy, Pau y Jordi, dos de los malandrines con los que comparto ensayos una vez a la semana. Eso, en el caso de que seamos capaces de organizarnos.
La dinámica de un grupo es realmente interesante. Las relaciones personales en un entorno intenso como el de la música son, a pequeña escala, un espejo deformante, pero revelador, de nuestras vidas.
Varias cosas he aprendido en el tiempo que toco con ellos. Entre ellas, lo difícil que es crear música y lo satisfactorio de interpretar una pieza que acaba de formarse, aparentemente de la nada. El camino es largo, pero seguimos andando.
Jordi, el de la derecha, me presionaba ayer para que actualizara. Creo que mi venganza reviste proporciones casi cósmicas.
Buenos días.
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