28.4.09

SÓLO UNA VIDA


El domingo encontré en mi aparcamiento a un pequeño pájaro, quizás un gorrión —ruego disculpéis mi desconocimiento del reino animal, lógico, por otra parte, en un urbanita como yo—. Pues, como decía, apareció ante mis pies un pequeño pájaro, bocabajo, el pico apoyado en el duro cemento, inmóvil excepto por las pequeñas oscilaciones de sus pulmones. Quizás la tormenta le había golpeado, quizás padecía alguna enfermedad.

El hecho es que me quedé un momento observándolo. Al ritmo de su respiración, la congoja se fue apoderando de mí. Cogí su pequeño cuerpo, caliente, entre mis manos, y le di la vuelta, por si podía descubrir el motivo de su quietud. Y entonces vi su mirada aterrada, el pico abierto que boqueaba y parecía gritar su miedo. Movía sus pequeñas patas como intentando alejar la muerte de sí. Lo dejé en el suelo, pensando que, a mi vuelta, ya estaría muerto.

Lo cierto es que todavía continúa allí, inmóvil, luchando por su vida. Ayer le dejé migajas de un croissant, por si podía comer. No las ha tocado. Parece ligeramente más despierto, pero sigue quieto. Es sólo un individuo, sólo una vida. Sobreviva o no, nada cambiará. Pero quiero que viva, porque me reconozco en él.

Buenos días.