30.3.09

FALLARÁS, DE NUEVO / INDIENAUTAS


“Si ellos no saben verte, ¿qué es lo que vale la pena? ¿Qué piensas hacer? ¿Casarte, parir, trabajar para enriquecer a otro, aburrirte a pajas en el sillón de casa? Están podridos de prejuicios, eso es lo que les pasa, como científicos sin arte se dedican a clasificarnos a todos, a cazarnos, diseccionarnos, juzgar lo que creen ver y meterlo en el cajón correspondiente. Te han metido, pobrecita, en tu cajón. ¿Cuántas veces, pequeña, has tenido que apretar los puños y morderte los labios para no gritar ante la ineptitud de quien se dirige a ti?”

"Ya lo sé, ya sé que no eres una niña, ¿te crees que estoy ciega? Pero también eres una criatura. Esa piel inmaculada, esos ojos tersos, qué poco has vivido, querida, qué poquito has visto.”

Los dos párrafos anteriores pertenecen a la novela “Así murió el poeta Guadalupe”, de Cristina Fallarás” (Alianza Editorial, 2009). Hace una semana, cuando les relataba su presentación, decía que “Cristina Fallarás tiene esa mirada sabia de quien ha visto mucho. Un novelista debe mirar así”. Les aseguro que no había leído, ni tan siquiera ojeado, su libro cuando escribí eso. Imagínense la cara que se me quedó cuando llegué a los dos párrafos que he reproducido, que hablan sobre saber ver y cómo esa sabiduría se detecta en la mirada. Ayer, cuando estaba devorando su libro a dentelladas, tuve que parar un momento para asimilar la coincidencia. Fue una detención momentánea pues, como les decía, más que leer, mi mirada corría entre las páginas, ansiosa por llegar al final. Del final, hablaré después.

Pues bien, una vez acabada la obra, creo que es correcto que les explique mis impresiones. En pocas palabras, cómprenla. La historia, narrada como un soliloquio, presenta un lenguaje rico pero vivo. Mientras pasas las páginas oyes, más que lees, a la protagonista. Un gran mérito de la escritora, sin duda. Si he de poner un pero, diría que el final me ha dejado más bien frío. En él me pareció apreciar cómo el andamiaje de la obra se sobreponía a la emoción hasta hacerse evidente. Un pero menor, en todo caso, de una novela que se muerde con ansia, que te atrapa en su ambiente malsano y no te deja, que nos presenta un espejo para que nos veamos a nosotros mismos, ahítos, aburridos, domeñados, homo videns que miramos las pantallas en busca de las emociones que quizás no nos atrevemos a vivir. Hasta una aparente digresión, en medio de la novela, cobra todo su sentido al ver lo que hasta entonces no hemos visto. Narración de los abismos humanos, catálogo de perversiones, con “Así murió el poeta Guadalupe”, Fallarás ha creado su propio “El corazón de las tinieblas”. El problema es que nosotros somos Marlow.

En otro orden de cosas, este sábado fui a “La noche de los Indienautas”, una suerte de minifestival creado por Pin y Pon DJs. Qué maravilla ver que todavía hay gente que apuesta por dinamizar la escena cultural barcelonesa. Buena falta nos hace. Felicidades y gracias, chicos. En la foto, Silvia Coral durante su actuación.

Buenos días.

1 comment:

Comtessa d´Angeville said...

Vida i feina. Feina com a excusa (i mode de financiació) d'una fugida en tota regla. Uns mesos a un fiordo, sense data de tornada clara, per a pendre decisions.

M'ha convençut per a anar a bsucar el llibre de la Fallarás, ja li diré.