17.2.09

LA AGONÍA DEL ÁRBOL


Respecto a la polémica de la joven italiana en coma terminal que, finalmente (¿casualmente?), murió cuando el gobierno de Berlusconi estaba a punto de cambiar la ley para evitar su desconexión, incluyo a continuación unas reflexiones que escribí ayer. Por si queréis consultarlo, el texto original está aquí.

La novedad estribaba en que el fotógrafo Oliviero Toscani, creador de las campañas de Benetton y apóstol de lo políticamente incorrecto, quería fotografiar a Eluana Englaro tal y como estaba ahora, postrada, inmóvil y consumida por su estado vegetativo. Argumentaba que la imagen idílica de ella de joven dificultaba que la sociedad aceptara la desconexión: era como matar a una jovencita. El quería contraponer la cruda realidad y, de paso, seguir en el candelabro, claro. El padre de Eluana se negó a dar su consentimiento. Consideraba que la fotografía sería una falta de respeto hacia ella.

Por un lado, tenemos a Toscani, al que me puedo imaginar babeando con la posibilidad de fotografiar a ese despojo en que el coma había convertido a la otrora juvenil muchacha. Y conseguir ser otra vez el fotógrafo del escándalo. Reverdecer laureles de sus ya antiguas campañas para Benetton.

Por otro lado, que el padre piense que mostrarla en su decadencia es faltarle al respeto es totalmente comprensible, pero yo no comparto su opinión. Sí que comparto que sea él el que tome la decisión final. Que elija si se quiere hacer pública esa imagen le corresponde a él, ya que Eluana no puede manifestarse; pero mostrar un cadáver, o un cuasi-cadáver en este caso, no es faltar al respeto. Es tener miedo a mostrar lo que somos realmente.

En los principios de la fotografía, era práctica común fotografiar a los familiares muertos. Era un signo de respeto, una forma de perpetuar esa última imagen de nuestros seres queridos. Así se convertía un instante efímero en eterno, un ser desaparecido en presente. La razón de ser última de la fotografía, vamos, vencer a la muerte. Pero en nuestra sociedad la muerte es tabú, y cualquier cosa que se le parezca no puede aparecer ante nuestras retinas.

Recogiendo el razonamiento de Toscani, nadie se ha quejado de que aparecieran los cadáveres de los campos de concentración alemanes, incluso arrastrados por excavadoras. Sin embargo, no se ha visto ningún cadáver de las Torres gemelas, o de los soldados muertos en Irak. Ese silencio, ese eliminar su existencia, por motivos interesados sí que me parece una gran falta de respeto. Mucho más que mostrar la decadencia de un cuerpo.

En la fotografía de hoy, la agonía de un árbol, con las raíces al aire, a punto de perder pie y desplomarse por el acantilado. No grita, no se agita, pero está a punto de morir. Tomé la imagen el domingo. Quizás la próxima vez que pase por allí el terreno habrá cedido a su peso.

Pero gracias a la fotografía, lo podéis ver todos aunque ya no exista.

Lo dicho, vencer la muerte.

Buenos días.

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