26.1.09

TANATOPLASTIA


El viernes, durante una cena, coincidí con un estudiante de tanatoplastia la actividad que intenta mostrar a los muertos como si estuvieran vivos con el fin de reconfortar a sus familiares en el funeral—. Devoto confeso de “A dos metros bajo tierra” y de las similitudes y diferencias entre vida y muerte, convertí el encuentro casual en interrogatorio. Y creo que preguntas y respuestas provocaron algún que otro sobresalto en la digestión de otros comensales. Lo lamento, pero no podía desaprovechar la oportunidad de conocer una actividad que acostumbra a estar velada por el más absoluto secreto.


Así me enteré de cómo taponan con algodones a presión los orificios nasales y la traquea para evitar que algún líquido generado por la putrefacción aparezca en el momento más inoportuno; o de cómo evacúan, con una bomba de succión, los gases y fluidos que hinchan las barrigas de los cadáveres. También me explicó cómo rompen la parte trasera de los pantalones y de las americanas de los trajes para poderlos colocar sobre el muerto sin tenerlo que mover. Después sólo hay que ocultar los tejidos rotos bajo el cuerpo para que parezca que esté vestido convenientemente. Alguno de los asistentes se mostró sorprendido de que se tratase con tan poco respecto a los cuerpos y pertenencias de los fallecidos. Y fue en el momento en el que el tanatoplástico se sonrío: “Eso no es nada —explicó— algunos se han hecho sus necesidades encima y se van así a la tumba; mientras no los muevas, no notas el olor”. Y lo explicaba excitado, seguramente por la tensión que produce la manipulación de la mercancía con la que trabaja. Yo me imaginaba a esos pobres muertos como la perfecta definición de la humanidad. Aparentemente preparados, pero vestidos sólo con jirones y heces.


La fotografía, tomada ayer domingo por la noche. O cómo una cabeza de maniquí utilizada para prácticas de peluquería puede convertirse en objeto de atención morbosa.

2 comments:

gatmorgan said...

Demasiado negativo tu enfoque, deberías informarte más, y no hablar de un tema tan delicado basandote en una conversación de bar.
La tanatopraxia y la tanatoplastia son técnicas que hacen que nuestros difuntos aparezcan más dignos en su exposición pública, y tu los has presentado como una profanación. Al contrario, los tanatopractores son especialmente respetuosos con los difuntos.

Óscar García said...

Es tu opinión. No creo que los tanotopractores sean mejores ni peores que cualquier otra profesión, así que habrá personas muy respetuosas y absolutos cazurros.

Los años me han enseñado a dudar de quienes imponen certezas. Así que, como comprenderás, no tengo porqué otorgar más valor a tu opinión que a los comentarios que, condescendientemente, defines como una "conversación de bar".