
Concierto de Patrick Wolf dentro de la programación del BAM. El foso rebosa de fotógrafos, tanto aquellos con los que suelo coincidir como otros que veo por primera vez, jóvenes, como el cantante y compositor. Diríase que, junto con otros grupos, como Akron/Family o Dirty Projectors, Wolf está en las listas de lo que todo moderno “debe” ver. Observo sus evoluciones, ataviado como un Mozart postmoderno, y marcho a toda velocidad a la Avinguda de la Catedral. El batería Tony Allen y su grupo actúan allí. Allen es una institución en el mundo de la música, la espina dorsal del afrobeat, el metrónomo que lo propulsaba. El foso está casi desierto, sólo un fotógrafo de
El Periódico y uno de la organización. Ni rastro de las nuevas generaciones, ni entre fotógrafos ni entre el público. Allen sonríe feliz mientras golpea los timbales y canta.
Dos mundos. Dos concepciones de la música. Dos realidades que se dan la espalda. Cómo disfruto viviendo las dos.
Buenos días.