
Ayer, mientras la mayoría de los mortales que habitan estos lares se dejaban hipnotizar por el balompié, unos 50 descastados tuvimos la ocasión de contemplar el horror de la mano de Peter Christopherson. Pasamos, sin solución de continuidad, del Eros al Thanatos. De la sonrisa mientras visionábamos actos sexuales olvidados en las pequeñas memorias de teléfonos móviles de segunda mano y recuperados por Christopherson para nuestro deleite voyeurístico a la consternación al contemplar los continuados esfuerzos para finalizar una decapitación, filmados en primer plano y proyectados en dos por tres metros. Tras el impacto, Christopherson incluso se permitió la broma de pasarnos un anuncio de uno de esos cuchillos corta-todo mientras destacaba la importancia de disponer de las herramientas apropiadas para hacer bien el trabajo. Buf.
El ex miembro de Coil, de Throbbing Gristle, videoartista, fotógrafo y coartífice de algunas de las portadas de discos más reconocidas de los años 70 y 80 (entre ellas, álbumes de Pink Floyd y Peter Gabriel), ejerció ayer de Kurtz bonachón, nos acompañó con una sonrisa amigable y nos trasladó al horror, no del Congo, pero sí de Tailandia. Cicerone de las pulsiones más primarias, creador de mantras que complementaban las imágenes, demiurgo del ruido generado por su theremin, Christopherson colocó un espejo para que nos viéramos a nosotros mismos. Y damos miedo.
Me pregunto sobre la moralidad de tres actores principales que nos llevan hasta el espectáculo de ayer. El primero, aquél que realizó el video de la decapitación y lo difundió. El segundo, el propio Christopherson que lo utiliza como materia prima para sus actuaciones. Y el tercero, nosotros, los espectadores, que observamos con una mezcla de repulsa y atracción esas imágenes que nos llevan a nuestros límites, a esa animalidad latente en nuestras acomodadas y occidentales vidas. ¿No seremos iguales que los turistas sexuales que se aprovechan de la miseria en esos países para satisfacer sus deseos, pero de manera incluso más retorcida? ¿No son aceptables este tipo de imágenes en un espectáculo pero sí en un reportaje periodístico? No tengo respuestas evidentes. Por eso sigo impresionado.
Buenos días.
