
Bien sabido es que la primavera dura un suspiro en nuestro clima mediterráneo. Pasaremos del tabardo a la manga corta antes de que podamos disfrutar de ese entretiempo caprichoso y bello que, cuando apenas se intuye, ya ha pasado. La naturaleza se despereza, las flores celebran su nacimiento y atraen a los insectos —y a nosotros— con sus bellos colores. Y dejamos de ver en blanco y negro para arrebatarnos con ese azulísimo cielo, con ese festín de tonos expansivos que nos rodean.
Es difícil ser optimista en invierno. Y pesimista en primavera. Celebremos pues esta explosión de vida.
La fotografía, tomada ayer domingo en las afueras de Girona.
Buenos días.
