
Dicen que algunos de los ex combatientes de la Segunda Guerra Mundial se lamentaban años después de que hubiera acabado. Echaban de menos la emoción de las batallas, vivir al día. Como sobrevivieron, no les importaba excesivamente el riesgo de morir de cualquier modo, o quedar convertidos en un guiñapo para el resto de sus días. La descarga de adrenalina, la emoción eran tan grandes que estaban dispuestos a correr el riesgo. Todo se vivía más intensamente.
Algo parecido diría que pasa con las drogas. Esa sensación de riesgo, a la par que la deformación de los sentidos que generan, hace que se viva más intensamente. En una sociedad aparentemente segura y confortable, el viejo animal que habita bajo nuestras carnes busca reencontrarse con las sensaciones del cazador que puede ser depredado.
Hoy, otra de las fotografías captadas en las primeras filas durante el concierto de Mujeres.
Buenos días.
