
Este joven saxofonista que ven en la imagen no está ya con
nosotros. Falleció esta semana, demasiado pronto, sin motivo, sin otra razón
que la suerte, que decide que unos sobrevivamos día a día, sin darnos cuenta,
como dándolo por sentado, mientras otros ven truncado su camino de manera
brutal y precipitada.
No le conocía. Sólo tuve una ocasión de coincidir con él,
hace tres años, cuando tomé esta fotografía. Pero puedo hacerme una idea de su personalidad viendo las
reacciones que está suscitando su marcha.
Morten era saxofonista de jazz. Conocido y querido en las
What The Fuck! Jam Sessions que se desarrollan cada lunes en el club Jamboree de
Barcelona. Dos reflexiones, a cuenta de ello.
La primera. El jazz es, para mí, un perfecto reflejo de lo
que tendría que ser nuestro día a día. Es por definición una música libre, pero
que exige un gran nivel de compromiso. Tocar jazz es intentar dar cada día lo
mejor de ti, improvisar, modificar lo que ya sabías con la intención de llegar
a una verdad superior. Para que el jazz esté vivo tienes que sorprender y
sorprenderte. No sirve el acomodamiento, el desapego. Cada día algo nuevo, algo
mejor. Ojalá seamos capaces de lograrlo en aquello que emprendemos.
La segunda. La fotografía como fijación de un instante para
la posteridad. Como memento mori y prueba de lo que hemos conseguido en vida.
Como presente que se torna pasado y que adquiere nuevas capas de verdad que se
posan sobre ella con el paso del tiempo.
Morten se ha ido antes de tiempo, pero quizás haya vivido
más vidas que los que continuamos aquí. Miro la foto y recuerdo que, hace tres
años, empecé a escuchar su solo antes de que lo localizara en el concurrido
local en el que tocaba. Ahora es su imagen la que permanece aunque su saxo ha
enmudecido. Todos vamos a desaparecer, pero algunos serán recordados. Recuerdo
a Morten.