Una operación es un secuestro. Apartan a uno de tus seres queridos y no sabes si volverá a ti. Una simple puerta es un muro infranqueable y las horas avanzan morosas, como a desgana. Miras a tu alrededor y ves a otros familiares con expresiones graves, embebidos en su inquietud. El exterior se oscurece y los sentidos se agudizan a la espera de un ruido, de cualquier indicio que prometa el fin de la incertidumbre. Quizás se da en el momento en el que tu atención ha disminuido, y te sorprendes descubriendo la camilla que esperabas. Saltas inmediatamente y corres, necesitas el contacto físico para asegurarte de que es cierto lo que vives. Una mirada a tu alrededor sorprende expresiones de envidia. Quizás la misma que, sin darte cuenta, exteriorizabas cuando no eras tú el agraciado.
Fascinantes hospitales, templos del máximo secreto, escenarios de vida y muerte en los que los sentimientos se amplifican.
Buenos días.
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