3.2.10

PEQUEÑAS LOCURAS COTIDIANAS


Sí. Es él otra vez. Yo no tengo la culpa de que en una semana haya programado tres conciertos. Bueno, en todo caso mi culpabilidad estriba en no haberme perdido ninguno. Pero es que la recompensa merece la pena.

Hoy me apetece homenajear a ese grupúsculo de irredentos que deciden acudir a un concierto un martes cualquiera y, una vez finalizada la actuación, pretenden alargar todavía más la jornada y dedicarse un tiempo para tratar sobre lo divino y lo humano. Sin prisas. Aunque después se duerman apenas tres horas. Pequeñas locuras cotidianas, sí. Pero, en tiempos en los que nuestro interlocutor acostumbra a ser una pantalla, esos momentos de interacción personal, de intercambio de pareceres, no tienen precio.

Si no han tenido suficiente, aquí más.

Va por ustedes.

1 comment:

Tomás said...

Somos unos privilegiados. Ahora ya sólo nos queda arrastrarnos de madrugada por las calles en busca de un colérico picotazo y lanzar aullidos.

Un abrazo.