25.11.10

LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO


Pues se inició ayer el Primavera Club, y de la mejor de las maneras. Seward en La2 de Apolo, en lo que sería una de sus exposiciones ante nuevo público, al igual que en el último BAM. Como la banda comienza a tener un grupo de seguidores que aparecemos de concierto en concierto, siempre me gusta comprobar las reacciones que generan ante el público que los descubre, que se tropiezan por primera vez con su atrevida propuesta. Ayer fue un día perfecto para ello.

Empezó el concierto pasadas las 7 de la tarde y en la sala éramos una decena de personas. Mientras estaba maldiciendo para mis adentros el escaso interés musical que se da en nuestra escena local tuve que tragarme mis pensamientos al ver cómo la sala iba acogiendo a más y más público. Diría que, al final del concierto, la sala registró una ocupación del 75%, o quizás más, lo que no está nada mal.

Seward volvieron a demostrar que su hábitat es el escenario. Aunque no empezaron a toda máquina, a las pocas canciones ya se habían convertido en la trituradora de géneros a la que nos tienen acostumbrados. Un cocktail sin concesiones de folk, rock, jazz, vanguardia, con grandes músicos cuyas capacidades están siempre al servicio de lo que crean, no de su lucimiento. Miradas de complicidad y sonrisas entre ellos y un público que incrementaba la intensidad de sus aplausos a la finalización de cada tema. El concierto se cerró con un rotundo éxito. Volvieron a demostrar que son expertos en conquistar a nuevos apasionados con cada una de sus actuaciones. Ahora sólo falta que se extienda la nueva.

Salí de la actuación con la sonrisa en la boca. Ante lo visto, todo lo que escuchaba me parecía mediocre, letárgico, carente de vida. Sólo volví a conectar con Triángulo de Amor Bizarro, una altamente gratificante revisión del legado de los My Bloody Valentine. Intensidad reencontrada.

Buenos días.

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