Imagínense a unos hippies de los 60 que se han teletransportado a la actualidad y substituyen sus mantras por beats electrónicos, aderezados con instrumentos tradicionales, que eso siempre viste. Lucen movimientos erráticos, miradas al vacío y posturas estudiadas. Se supone que son la última sensación. Bueno, las últimas sensaciones acostumbran a ser efímeras. Les deseo lo mejor, como siempre hago con quién se enfrenta a un instrumento. Pero, para mi, son sólo pandereta. Mucha pandereta.
Buenos días.
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