16.12.13

SEWARD: DE FANATISMOS O RAZONES









A veces me han definido como fan de Seward. Me desagrada ese término porque considero que no se ajusta a la realidad. Un fan es el seguidor irredento, acrítico. Es el feligrés de una congregación dedicada al culto del ídolo de turno. El defensor de todas sus obras, el negador de todos los errores. Fan viene de fanático.

No soy un fanático, pero sí admiro su evolución y crecimiento. Escucho en cada concierto la plasmación de su directo y analizo si me gusta o no y hasta qué punto se superan. No es culpa mía si son una rara avis, una anomalía en un contexto que normalmente palidece en comparación con el extranjero. No es mi falta si tienen uno de los mejores directos -de aquí o de allá- que he visto en mis años de profesión. Y he visto unos cuantos.

Cuando los recomendaba a mis amigos, en un principio se sonreían con superioridad. Muchos de ellos se quedaron boquiabiertos cuando los vieron en directo por primera vez. Empezaron a llegar reconocimientos de otros países y aquellos que los observaban con condescendencia empezaron a cambiar sus argumentos y los empezaron a defender con la furia del converso. Nuestro provincianismo cultural nos hace invalidar lo que vemos hasta que llegue una autoridad, normalmente de fuera, que siente cátedra. Así nos va.

La creación musical es algo realmente difícil, evanescente, volátil. Nadie sabe cuánto va a durar un proyecto, y menos, en este estado de forma. Por eso, mi recomendación es que los vean ahora, cuanto antes. Nuestra vida es un conjunto de experiencias, de emociones. Vivan su directo. Que nadie les explique, dentro de unos años, la importancia de aquello que se perdieron.