27.2.09

FRATERNIDADES


Y allí estaba ella. Moviéndose rauda entre los asistentes que abarrotaban la estrecha sala. Preguntando, como la perfecta anfitriona, si estábamos bien. A continuación, dirigía su atención a otros invitados y su espalda, enmarcada por un ceñido vestido de noche, parpadeaba alejándose. Volví a mirar sus fotografías. Y me hizo sonreír el paralelismo entre los personajes retratados —seres de la noche en la mayoría de los casos— y los que habíamos acudido a su llamada. De hecho, mirando la fotografía que publico hoy, uno podría llegar a pensar que estábamos en el Nueva York de los 50. Juego de espejos. Fraternidades derivadas de un mismo estilo de vida. Mientras, Núria seguía pululando entre amigos y conocidos, consumiendo cigarrillos y bebidas y elevando la temperatura de la sala con su afecto.

Y, a continuación, a lomos de mi querida moto, a encontrarme con otra fraternidad, la de los locos que, como yo, nos encontramos un día a la semana para compartir notas, acordes y disonancias. Por aclamación popular —permítanme la ironía— aquí pueden sufrir una de nuestras elucubraciones. No digan que no se lo advertí.

Y antes de que me maldigan, les deseo un buen fin de semana.

26.2.09

AGENDA SOCIAL


Tras varios días de aislamiento real —que no virtual— por obligaciones del trabajo, hoy retomo mi agenda social, que comienza cuando acaba el día. Tendré el gusto de reencontrarme con Núria, que presenta una selección de sus retratos a neoyorkinos, de cuna o de paso. La exposición será la excusa perfecta para compartir unos momentos con ella. “Retratista, no fotógrafa”, acostumbra a definirse. Según afirma, la interacción con el fotografiado es su punto fuerte, mucho más que la técnica fotográfica. Lo que me lleva a comentar que la fotografía, el producto final, es el juez implacable de lo que eres como fotógrafo. No vale escudarse en equipos con apariencia profesional, o de aficionado, en cursos oficiales o titulaciones (¿hay algo más incoherente que un título de “fotógrafo”?). La imagen que consigues es lo único que cuenta. Y sólo vales lo que vale tu última foto.

Quizás debatiremos argumentos similares, quizás sólo reiremos y nos beberemos todo lo bebible, pero seguro que pasaremos un buen rato. Lamentablemente, en mi caso será breve. A continuación iré corriendo a nuestra madriguera, el lugar donde ensayamos cada semana. Me entristece la coincidencia, pero aporrear platos y tambores será un buen ejercicio de relajación.

Y después, a dormir. Quizás.

El retrato de Núria, el día antes de que iniciase su aventura neoyorkina, hace ya unos meses. Ese brillo en los ojos…

Buenos días.

25.2.09

MOTEROS


Amo las motos, sobre todo las de diseño clásico. Llámenlas cruiser o como quieran. Esos vehículos que no están hechos para convertirte en un kamikaze humano, sino para recorrer kilómetros degustando el paisaje. Sentir los golpes del aire, la combustión del motor que se eleva hacia tu pecho, el olor dulzón del aceite recalentado que se pega en la garganta.

Durante diez años conduje por la ciudad una Scoopy 50 de un imposible verde. Se vendían tanto que —como en los mejores tiempos de Ford— el cliente no podía elegir el color. Me tuve que conformar con lo que quedaba. La Scoopy me sirvió durante miles de kilómetros y nunca me falló. Un prodigio de calidad y fiabilidad. Pero su plástico no era mítico. Funcional, eficiente, pero aburrida.

Hace poco le he encontrado nuevo dueño, y me he regalado un paso más hacia el motociclismo clásico. No es ninguna maravilla, una 125 —ni tiempo ni ganas de sacarme el carnet de moto—, pero tiene los cromados que me gustan. Y un cambio de marchas que te obliga a gobernar a ti la máquina. Es más incómoda, pero el tacto de su estructura, el ronroneo de su cilindro refrigerado por aire y el pequeño temblor que le asalta cuando pones la primera en frío son guiños, muestras de personalidad. Así que cada día, de camino al trabajo, disfruto de 15 minutos de diálogo con ella.

Una cosa es que disfrute de las motos, que tienen una configuración de conducción que retrotrae poderosamente a los tiempos de los jinetes, y otra muy diferente que me gusten esas salidas organizadas de motoristas que podemos ver todos los fines de semana. Para mí, la motocicleta es el vehículo individualista por excelencia. Encuentro un contrasentido circular como rebaños, siguiendo unos extraños códigos de honor y camaradería que me son ajenos.

La moto es un placer solitario.

Un vehículo vulnerable, con las tripas al aire y que puede decir mucho de su dueño. Me fascinó esta moto que encontré aparcada al lado del Macba, con las vendas del tubo de escape cedidas por el tiempo y el desgaste, como una reinterpretación posmoderna de las momias. Estética militar y la marca Acme (!) tatuada en su depósito. A buen seguro que su propietario tiene muchas historias que contar.

A veces, las obras de arte quedan fuera de los museos.

Buenos días.

24.2.09

NEOLENGUA


Cuantos más años pasan, más admiro a George Orwell. Su novela 1984 avanzó las principales características de nuestra sociedad. Lo gracioso del caso es que lo hizo basándose en regímenes totalitarios como el soviético y el nazi. La pregunta es: si las características que definen a esa sociedad que muestra en su libro están basadas en regímenes totalitarios y coinciden con aspectos de nuestra sociedad actual, ¿estamos en un régimen totalitario? De ustedes depende desentrañar el silogismo.

Aporto algunos ejemplos al respecto.

Algunos pilares de la doctrina del partido:

"La guerra es la paz.
La libertad es la esclavitud.
La ignorancia es la fuerza
"

Una frase que define a la sociedad de 1984:

"Lo más característico de la vida moderna no era su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido."

El partido que rige el destino de sus ciudadanos ha apostado por la neolengua, que pretenden que sustituya al idioma común. La neolengua es una versión infantilizada del lenguaje, con una simplificación máxima de las palabras. Así, el vocabulario se reduce al mínimo. Malo no existe. Es nobueno. Abundan las palabras con sentidos contrarios a la lógica, pero que obedecen a la intencionalidad del partido. Así, buensexo es castidad.

El Estado cuenta con cuatro ministerios:

• El ministerio del amor, se ocupa de los castigos y la tortura
• El ministerio de la paz, se dedica a la guerra
• El ministerio de la abundancia, encargado de conseguir que la gente viva siempre al borde de la subsistencia
• El ministerio de la verdad, dedicado a manipular y destruir los documentos históricos.

Lo fundamental, para mi, es que Orwell destaca que el lenguaje modela el pensamiento. Sin lenguaje, no hay análisis y comprensión del entorno. Con un lenguaje infantil o manipulado, se infantiliza y manipula nuestra conciencia. De ello sabían mucho los nazis, pero también los actuales apóstoles del lenguaje políticamente correcto.

¿Algunos ejemplos?

• Pocas veces oirán hablar de una guerra. Ahora todo son conflictos bélicos o intervenciones.
• Las víctimas no existen, ahora hay daños colaterales.
• Invadir un país es una misión de paz.
• Los negros (seguro que alguno ya me considera racista sólo por utilizar este adjetivo sustantivizado) son personas de color.
• En nuestros días, una discriminación puede ser positiva.
• Lo falso, ahora se troca en incierto

Y como estos ejemplos, muchísimos más. Si no encuentran paralelismos entre estos ejemplos y lo que esbozaba Orwell en su obra, es que la policía del pensamiento ha hecho bien su trabajo. Empezando por hacernos pensar que Gran Hermano es el nombre de un concurso.

¡Ah, la televisión! Pero eso merecería otra entrada.

La imagen de hoy muestra a Mery en una estación de metro en obras. Las paredes desconchadas, el sombrero de época indeterminada y el blanco y negro de la foto me parece que ilustran perfectamente lo que he explicado.

Buenos días.

23.2.09

TRAPEROS


Hace tiempo que quería fotografiar a uno de mis vecinos. Utiliza un local como tienda de cachivaches de segunda mano. Hace un tiempo, lo intentó vender como residencia pero tuvo que quitar el letrero. Seguramente una inspección denunció que no disponía de cédula de habitabilidad y que, por lo tanto, no podía colocarse en el mercado como vivienda. Desde entonces, ha puesto el letrero “se vende local” y pasa las tardes en su propio aleph de los trastos, mirando la televisión en un receptor en blanco y negro o releyendo diarios que amarillean.

Rodeado de objetos inútiles que se amontonan hasta el techo. Siempre me ha parecido la perfecta alegoría de nuestra sociedad del consumo. Nos abarrotamos de productos que no tenemos ni siquiera tiempo de disfrutar pero hemos de poseer. La vacuidad no es menor si se llenan las habitaciones. Pero seguimos haciéndolo. Si los trastos se amontonan en derredor, nos podemos creer el centro del universo. Frío, inhóspito y estéril, pero universo.

Buenos días.

19.2.09

OJOS TRANSPARENTES


El pez grande se come al chico y la gaviota al pez. Pero el pez chico, a su vez, se habrá comido el plancton y a la gaviota la cazará algún otro depredador.

Restos de una comilona a la orilla del mar. Sólo quedan las cabezas desgajadas como testigos mudos de lo que antes fueron seres vivos. Sus ojos todavía no se han opacado por la putrefacción. Son cadáveres frescos. Pequeños episodios de las sordas guerras que se libran diariamente.

Hace tiempo leí una pequeña novela que comparaba la gestión actual de los recursos humanos en las empresas con la eficiencia e inhumanidad del régimen nazi. No me pregunten el título, porque mi memoria es apenas existente, pero la comparación era muy pertinente.

Hay que seguir mirando alrededor mientras nuestros ojos sean transparentes, mientras no se hayan opacado.

Buenos días.

18.2.09

LA VIDA A TRAVÉS DEL VISOR


—Veo que lleva usted una cámara bajo la lluvia—dijo ella.
—Esta noche estoy haciendo bastantes tonterías—admitió él.
—¿La lleva usted todo el tiempo encima?
—No. Intento no cogerle apego. Si uno no tiene cuidado, se puede convertir en tus ojos, en el único sueño por el que ves.
—¿Ha dicho usted “sueño”?
—¿Cómo?
—¿Ha dicho que se convierte en el único sueño por el que ves?
—¿Eso he dicho? Quería decir “ojos”. Tu cámara se convierte en tus ojos.
—Pues es un lapsus extraño, señor. ¿Soñaba usted con ser fotógrafo cuando era joven?
—No, señora. ¿Soñaba usted con ser Sigmund Freud?

Denis Johnson. Árbol de Humo

A veces, un pequeño párrafo de una novela cobra vida propia y se clava en tu cerviz. A veces, unas frases tangenciales en la narración se convierten en fundamentales y le otorgan incluso más sentido del que quizás pretendía el autor. Porque el sentido último de la obra es cosa del lector, siempre.

Hace unos días leí este párrafo de Árbol de Humo y todavía me sigue rondando. Hoy quiero compartirlo porque representa la alienación que se produce al mirar la vida a través de la cámara. Esa alienación que facilita el trabajo en situaciones de guerra (no de “conflicto”, por favor, cómo odio el lenguaje políticamente correcto) y que te separa del entorno, hasta sentirte externo a él. Una alienación adictiva. En mi caso, por lo menos.

En la foto, Albert. Otro que ha caído bajo el influjo de la imagen detenida.

Buenos días.

17.2.09

LA AGONÍA DEL ÁRBOL


Respecto a la polémica de la joven italiana en coma terminal que, finalmente (¿casualmente?), murió cuando el gobierno de Berlusconi estaba a punto de cambiar la ley para evitar su desconexión, incluyo a continuación unas reflexiones que escribí ayer. Por si queréis consultarlo, el texto original está aquí.

La novedad estribaba en que el fotógrafo Oliviero Toscani, creador de las campañas de Benetton y apóstol de lo políticamente incorrecto, quería fotografiar a Eluana Englaro tal y como estaba ahora, postrada, inmóvil y consumida por su estado vegetativo. Argumentaba que la imagen idílica de ella de joven dificultaba que la sociedad aceptara la desconexión: era como matar a una jovencita. El quería contraponer la cruda realidad y, de paso, seguir en el candelabro, claro. El padre de Eluana se negó a dar su consentimiento. Consideraba que la fotografía sería una falta de respeto hacia ella.

Por un lado, tenemos a Toscani, al que me puedo imaginar babeando con la posibilidad de fotografiar a ese despojo en que el coma había convertido a la otrora juvenil muchacha. Y conseguir ser otra vez el fotógrafo del escándalo. Reverdecer laureles de sus ya antiguas campañas para Benetton.

Por otro lado, que el padre piense que mostrarla en su decadencia es faltarle al respeto es totalmente comprensible, pero yo no comparto su opinión. Sí que comparto que sea él el que tome la decisión final. Que elija si se quiere hacer pública esa imagen le corresponde a él, ya que Eluana no puede manifestarse; pero mostrar un cadáver, o un cuasi-cadáver en este caso, no es faltar al respeto. Es tener miedo a mostrar lo que somos realmente.

En los principios de la fotografía, era práctica común fotografiar a los familiares muertos. Era un signo de respeto, una forma de perpetuar esa última imagen de nuestros seres queridos. Así se convertía un instante efímero en eterno, un ser desaparecido en presente. La razón de ser última de la fotografía, vamos, vencer a la muerte. Pero en nuestra sociedad la muerte es tabú, y cualquier cosa que se le parezca no puede aparecer ante nuestras retinas.

Recogiendo el razonamiento de Toscani, nadie se ha quejado de que aparecieran los cadáveres de los campos de concentración alemanes, incluso arrastrados por excavadoras. Sin embargo, no se ha visto ningún cadáver de las Torres gemelas, o de los soldados muertos en Irak. Ese silencio, ese eliminar su existencia, por motivos interesados sí que me parece una gran falta de respeto. Mucho más que mostrar la decadencia de un cuerpo.

En la fotografía de hoy, la agonía de un árbol, con las raíces al aire, a punto de perder pie y desplomarse por el acantilado. No grita, no se agita, pero está a punto de morir. Tomé la imagen el domingo. Quizás la próxima vez que pase por allí el terreno habrá cedido a su peso.

Pero gracias a la fotografía, lo podéis ver todos aunque ya no exista.

Lo dicho, vencer la muerte.

Buenos días.

16.2.09

SOLEDAD


A veces, los humanos nos sentimos como esa gaviota posada en un arrecife, golpeada por el agua y el viento y desesperada por divisar algo de alimento en el mar insensible.

La fotografía, tomada ayer domingo durante una visita de localización para una sesión.

Buenos días.

13.2.09

SURREALISMO COTIDIANO


Vuelvo del ensayo. Las 12 de la noche. A la salida del aparcamiento, esta máscara a mis pies. Surrealismo cotidiano.

Quizás a plena luz del sol, con las prisas que me dominan, hubiese pasado desapercibida, o habría decidido no pararme para fotografiarla. Pero de noche todo tiene otra velocidad.

Pero ahora he de volver a otra clase de surrealismo, si cabe. El del día a día.

Disfruten.

12.2.09

ARTO LINDSAY: LA SABIDURÍA DEL TRILERO


—¿Alguna pregunta más? —
—Sí. Yo querría decir que me parece de vergüenza la exposición que has hecho, que si no sabes de lo que hablas mejor te callas y que has vuelto a dejar la imagen de Brasil como la de un país de playa y samba. Vergonzoso.

(tímidos aplausos)

Más o menos así se inició el turno de preguntas tras la conferencia sobre Tropicália que nos ofreció Arto Lindsay ayer en el MACBA. A continuación intervinieron otras voces, defendiendo una exposición que era más suma de reflexiones que una presentación con organización académica.

(Aplausos en su defensa)

Tras un descanso, concierto de Arto Lindsay. Sólo, con su guitarra de doce cuerdas (bueno, con once). Entre el público, modernos y mujeres de edad provecta que acuden a cualquier acto gratuito y que quizás esperaban la enésima reencarnación de João Gilberto. Lindsay empieza a extraer disonancias y gritos de su guitarra. Otras veces canta a capella con su suave y nasal voz. La guitarra, sólo como acompañamiento rítmico. No la sabe tocar. Mira al público, observa caras de pasmo y sonríe. Provoca. Sonríe con la sabiduría del trilero. Tres espectadores se levantan en medio de una canción “Bueno, hasta ahora sólo son tres los que se marchan”, comenta con sorna.

Menos de una hora después, acaba su actuación. Y el público pide un bis.

Arto Lindsay no es músico. Desde su participación en DNA lo suyo ha sido estar en el momento justo en el sitio justo e intervenir para que las cosas sucedan. Por ello tienen más mérito sus álbumes, sus canciones.

Arto Lindsay es el último punkie.

Buenos días.

11.2.09

NÉSTOR


Cada mañana, me hace la vida imposible subiéndose a mi regazo mientras estoy en el ordenador. Cuando lo abandono para prepararme, Néstor ocupa la silla recién abandonada, se abraza y se dispone a disfrutar voluptuosamente de su sueño. Al cruzar la habitación acelerado, puedo vislumbrar cómo respira acompasadamente y, de tanto en tanto, me mira con indolencia. Dos mundos, dos velocidades, compartiendo espacio.

Hoy he querido molestarle momentáneamente para fijar ese momento. Para expresar, con una foto, la envidia que me transmite su relajación. Pero, al volver a verla, sólo pienso en cuando regrese a casa, me vaya a dormir y él se acomode entre mis piernas, para —como buen felino—, continuar con sus dieciséis horas diarias de sueño. Sólo pienso en la paz que me aporta su paz. Y se lo agradezco.

Buenos días.

10.2.09

ANTIVÉRTIGO


Subes una escalera, superando peldaños. Las piernas pesan. A veces, tropiezas; otras, caes. Y al final, se acaba. Ya no puedes avanzar más. Hasta aquí has llegado.

¿Importa lo que has subido o lo que has experimentado mientras lo hacías? Evidentemente, lo segundo. Pero socialmente nos quieren vender lo primero.

La imagen, llegando a casa a altas horas de la noche, tras un concierto. Un pequeño descubrimiento mientras esperas que baje el ascensor. ¡Ay, el ascensor! También se presta a jugosas analogías. Pero por hoy es suficiente.

Buenos días.

9.2.09

SOLARIS


Gran novela de Stanislaw Lem, gran película de Tarkovski, y, ahora, gran creación musical de Alva Noto.

Lo pudimos disfrutar en directo este sábado. Una versión editada de la película, de 80 minutos de duración, acompañada de esos ambientes etéreos, indefinidos pero bellos, y llenos de tensión, del creador alemán, uno de los representantes más adelantados del glitch. Puedo afirmar que la música de Noto era tan gélida y conmovedora —sí, al mismo tiempo—, como la película. Y eso es decir mucho.

Entre muchas otras cosas, Solaris trata sobre la fuerza del amor, sobre la invasión y dominio de ese alien que se hace con nuestra voluntad. La vi hace unos cuantos años. El sábado volví a caer subyugado. Y todavía sigo en trance.

Fue una inmejorable manera de celebrar el fin de semana. Pero ya acabó.

Buenos días.

6.2.09

ENSAYOS


Semana de ensayos. Dos días consecutivos moviendo las baquetas. Hoy pesan los brazos. Quedan bastantes minutos grabados, entre canciones e improvisaciones, para escuchar y escandalizarse. Atender a la grabación de una interpretación, pasada por el tamiz objetivo de un dispositivo electrónico que no conoce piedad, es un buen ejercicio de autoconocimiento. La grabadora no perdona, pero enseña.

La próxima semana, más. Ahora es tiempo para otras ocupaciones.

La fotografía, tomada ayer entre canción y canción. Mis compañeros de grupo empiezan a olvidarse, por hartazgo, de mi obsesión fotográfica. Es ahora cuando puedo atacar a traición. No son conscientes de que, cuando sean famosos, estas imágenes me facilitarán la jubilación.

Disfruten del fin de semana.

5.2.09

CHRISTINA ROSENVINGE (II). HERRAMIENTAS


Todavía me sonrío pensando en la cara que se le quedaría a alguno de los espectadores del concierto. Imagínense. Un fotógrafo cargado al cuello con una cámara digital kingsize y el correspondiente teleobjetivo de paparazzi. De repente, introduce la mano en su gran mochila de equipo y extrae… una diminuta cámara compacta. Deja la gran réflex profesional colgando del cuello y comienza a fotografiar con la minúscula cámara. Como si fuera un fan (perdonen la maldad, que se relaciona con mi entrada de ayer).

La pregunta es ¿por qué? Y la respuesta es todavía más sencilla. Sin la compacta y su ligereza y movilidad, no podría haber conseguido fotografías como la que publico hoy. A pesar de haber llegado al concierto con más de 40 minutos de antelación, las primeras filas de público ya estaban ocupadas. Imposible acercarse al escenario para fotografiar a Christina Rosenvinge de cuerpo entero cuando estaba sentada al teclado. Imposible hacer la foto si no fuera por la compacta. Nadie elegiría un camión todoterreno para circular por los callejones más estrechos de la ciudad si dispone de un humilde ciclomotor. Al final, todo consiste en utilizar la herramienta adecuada.

Antes he dicho “imposible acercarse al escenario”, cuando no lo es. Se pueden utilizar los codos para ello. Pero me niego. Si una persona ha pagado una entrada y ha llegado con antelación para situarse en un buen sitio, qué menos que respetar su esfuerzo. Si estoy en primera línea de conciertos porque llego antes, me he ganado el sitio, igual que cualquier otro que lo haya hecho. Por ello me sorprendió ayer ver cómo jóvenes con compactas intentaban forzar su acceso a la primera línea mediante embestidas que se granjearon la consiguiente animadversión de quienes estaban allí antes. Incluso una chica utilizó mi calva como base para su compacta hasta que una de mis miradas le dio a entender sin palabras que podía sufrir un percance. ¿Será una nueva tendencia en los conciertos o es que el público que frecuenta estas actuaciones no es el mismo al que estoy acostumbrado?

En todo caso, sólo una pequeña escaramuza. Aunque las historias que se suponen intrascendentes también albergan enseñanzas.

Buenos días.

4.2.09

CHRISTINA ROSENVINGE / DEVOCIÓN


Podríamos decir que el concierto fue solvente.

Es el adjetivo que aplico cuando no me atrae la materia prima (las canciones) pero la ejecución es impecable. El grupo del que se ha rodeado Christina Rosenvinge matiza los temas con elegancia y seguridad. El colchón sonoro es agradable y eficiente. Pues eso. Solvente.

Pero las composiciones de Christina Rosenvinge no me enganchan. Son un buen hilo musical, peo no la melodía de una vida; por lo menos, no de la mía. Diferentes serán las conclusiones de buena parte del público de ayer cuyas reacciones pude espiar entre foto y foto. Chicas llorando mientras movían sus labios al ritmo de las palabras de la cantante, gritos, saltos y gestos de emoción que rayaban con el histerismo. Fenómeno fan, vamos. O cuando el personaje gana la partida al músico.

Nunca he podido entender esa devoción acrítica. Tengo mis pasiones musicales, sin duda, pero no estoy dispuesto a aceptar cualquier cosa de quien pueda considerar mi héroe. Es más, no tengo héroes. La creación —y la creación musical también— es un terreno pantanoso, con el peligro de las arenas movedizas, de la falta de creatividad, siempre al acecho. Tampoco me gusta la crítica gratuita. Ese ataque a cualquier propuesta con el fin de mejorar la autoestima —“cuánto sé, que puedo decir que nada de lo que veo vale la pena” — también se da mucho en los círculos que frecuento. Y me hastía.

La escucha atenta y exigente es la mejor muestra de respeto que le podemos ofrecer al músico.

Buenas tardes.

3.2.09

BURLESQUE (II)


No soporto el supuesto erotismo siliconado y fabricado en serie. Esas mujeres que han renunciado a su anatomía para convertirse en Barbie, clones que hemos podido ver en bodrios como “Los vigilantes de la playa”. Ya saben, rubias, de pieles bronceadas, con antiojeras dos tonos más claros de los que les corresponde, labios como parachoques de un Volvo y pechos zeppelín.

No soporto el supuesto erotismo de barra vertical, esos movimientos gimnásticos y espasmódicos que son cualquier cosa excepto sugerentes.

Por ello, el renacimiento del Burlesque, aun con sus códigos inamovibles, me resulta mucho más atrayente. Las mujeres son reales, de carne y hueso, diferentes, únicas. Observen los tatuajes, las caras. Aquí hay una historia detrás. El cuerpo cuenta su vida. Y esconde sorpresas. Lo que alguien puede considerar un defecto, puede ser motivo de obsesión para otro. Viva la diferencia.

Y ya se sabe que siempre es mejor sugerir que mostrar.

Buenos días.

2.2.09

BURLESQUE


El viernes, tras una cena y cuando el vino y los cubatas habían acelerado nuestras lenguas más que nuestros cerebros, intenté articular el argumento de que la época en que vivimos me recuerda muchísimo a la república de Weimar. No me alargaré porque ya lo he afirmado en otras ocasiones. Pero esa histeria de vivir exprimiendo hasta el último suspiro, ese ansia de hoy y olvido del mañana me anuncian que quizás el mañana es temible.

Y el sábado asistí a un espectáculo de burlesque. Y volví a pensar en la Alemania de los años 30. Perdido en esa confusión de géneros, en el barroquismo, el exceso y la actuación del cabaret, temí salir del oscuro local y encontrarme con un grupo de camisas pardas.

Buenos días.